Ni el frío ni la hora ni por ser jueves, da igual las circunstancias, el Málaga es un equipo pujante por el ascenso cuando juega en casa. Invencibles, con remontada incluida, con Antoñín crecido, Roberto goleador y Paulino desatado. El Sanse de Xabi Alonso compitió, pero La Rosaleda es territorio hostil para cualquiera.
José Alberto dio descanso, por el bien de su tobillo, a Kevin, y puso toda la gasolina disponible para intentar acertar de cara a gol. Paulino, Antoñín, Roberto y Brandon, todos a una. Genaro y Escassi repitieron y volvió Peybernes al centro de la zaga. En el lado txuriurdin, Cristo Romero partió como titular contra su Málaga.
Los blanquiazules salieron fríos, espesos con balón, y pagaron caro ese mal inicio con el gol de Luca Sangalli, otra vez venido de un córner mal defendido. Llegó al segundo palo solo para rematar. Un minuto después, llegó el tanto del empate. Roberto remató de cabeza de forma magistral, a lo Chavarría, agradeciendo el centro medido que le puso Antoñín desde la izquierda. Gol fabricado por la cantera y celebrado a puño alzado, con rabia, por equipo y público. Así sí.
La Real no se achicó, y su juego alegre volvió a acercarlos a las inmediaciones del área, siempre con peligro. El filial le exigió el cien por cien a todo un Málaga, estuvo mejor con balón en los primeros veinte minutos, pero cuando los blanquiazules metieron quinta marcha vinieron las alegrías. Qué centro de Antoñín y qué caricia de Paulino, al primer toque, con un toque de bota que hizo al balón entrar con parsimonia. Golazo, primer vez que se anotan dos en la primera parte y segunda asistencia de Antoñín (min. 28).
Magunazelaia le robó la cartera a Juande y falló un mano a mano clarísmo para los de Xabi Alonso, y Paulino tuvo el tercero antes del descanso. La grada es siempre un buen medidor del juego del equipo y los aplausos fueron banda sonora constante.
Sin sufrir, imposible
La vuelta del descanso vino acompañada de control y posesión: el partido estaba en manos de los blanquiazules, pero todavía quedaba sentenciar. José Alberto metió a Kevin por Antoñín, ovacionado por el estadio tras 66 minutos que recordaron a su mejor versión.
El tercero se hizo de rogar, se le hizo bola ese 2-1 y amagó el Sanse con el empate , que hizo varios cambios para ello. El equipo malacitano, eso sí, manejó los tiempos, defendió bien y cerró su área, no sin sufrir como acostumbra en los minutos finales.
En casa el equipo es otro, vive del impulso, tiene autoestima y vuela sobre el campo. Son 17 puntos en casa y tres fuera, que se dice pronto. El domingo, en Cartagena, el Málaga tiene una nueva oportunidad de imitarse a sí mismo, a ese grupo de jugadores que sigue sin perder en su templo.