Andalucía y Cataluña. 8.501.450 y 7.669.999 habitantes, a favor de Andalucía. Casi un millón de ciudadanos más en Andalucía. Pero no son los 9 millones, como les gusta proclamar a los políticos andaluces para reivindicar o para parecer más importantes. Falta medio millón. El paro, sin embargo, se duplica en Andalucía en relación a Cataluña, 22% a 11%, en grandes cifras. La renta per cápita es un tercio superior en Cataluña sobre Andalucía. En 1955 era el doble. El Producto Interior Bruto también es superior en Cataluña -como el PIB por habitante (31.000 a 19.000)- lo que se explica en buena parte porque el número de puestos de trabajo, tanto en Madrid como en Cataluña, es superior a Andalucía, a pesar del menor número de habitantes de ambas comunidades. Es sin duda el mayor desafío que tiene económica y socialmente Andalucía.
Pero, por encima de esos datos, estos días se da una similitud en los respectivos parlamentos. Los gobiernos que se constituyeron hace dos años en Andalucía y hace seis meses en Cataluña eran de composición geométrica, que no política, muy parecida. Hay uno de mayoría independentista, en Cataluña, con la fórmula de dos socios de gobierno y un partido de apoyo externo, la CUP. En Andalucía, el gobierno de centro derecha también es de dos socios y un socio externo, Vox. Así se ha funcionado hasta que ha llegado simultáneamente la ruptura de la fórmula firmada al inicio de legislatura.
Vox ha roto su acuerdo con PP y Ciudadanos y la CUP lo ha hecho con el bloque independentista de ERC y Junts. Vox lo hace porque quiere elecciones inmediatas y la CUP porque ve insuficiente la apuesta rupturista del nuevo gobierno catalán. Otra semejanza: Ninguno de los dos partidos que encabezan los gobiernos -ni PP ni ERC- ganaron las elecciones autonómicas respectivas. En ambos casos fue el PSOE, pero las alianzas lo desplazaron del poder.
En Cataluña, Salvador Illa, líder del PSC, y en Andalucía, Juan Espadas, del PSOE-A, se ofrecieron para un acuerdo presupuestario. Ambos ofrecimientos fueron rechazados por motivos semejantes. En un caso se pone en peligro el bloque independentista y en otro el futuro del centroderecha. La ayuda socialista tenía un precio social inasumible. Y uno político que incomodaba aún más. Quedarían de constructivos ante la opinión pública. Algo imperdonable.