Shaikh, de 53 años, casado con tres hijos y condenado a muerte en 2008 tras ser detenido en posesión de 4,03 kilos de heroína, fue ejecutado ayer mediante inyección letal a las 10.30 hora local (02.30 GMT) en la ciudad de Urumqi (capital de la región noroccidental de Xinjiang), un día después de que le informaran de ello.
El hecho fue condenado por el Gobierno británico, que en un comunicado firmado por su primer ministro, Gordon Brown, manifestó “horror” por la ejecución y por el hecho de que Pekín desoyera las peticiones de clemencia de Londres.
La defensa de Shaikh argumentaba que éste tenía un trastorno bipolar y había sido engañado por terceras personas para llevar droga a China, pero la Justicia del país asiático defendió que las pruebas médicas no habían mostrado ningún problema psicológico.
La ley china contempla la pena de muerte para las personas que sean detenidas en posesión de más de 50 gramos de un estupefaciente.
Shaikh fue juzgado “de acuerdo con las leyes chinas” y sus derechos fueron “completamente protegidos”, aseguró ayer en rueda de prensa la portavoz de turno de Asuntos Exteriores china, Jiang Yu.
Jiang además lamentó las palabras de condena del primer ministro británico y aseguró que China “expresa su fuerte disgusto por las acusaciones de Brown” y “no admite interferencias en su sistema judicial”.
La portavoz matizó que Pekín espera que Londres “afronte el caso con claridad” y subrayó que la ejecución “no tiene que ver con otros asuntos”.