Manuela Molina es, muy probablemente, la gaditana con la familia más extensa: cinco hijos, nueve nietos y cuatro bisnietos con los que se reúne los domingos para comer, y cientos de vecinos que expresan diariamente y, desde hace muchos años, el cariño por su labor como presidenta de la AVV Bahía Gaditana de la barriada de La Paz.
El miércoles se reunieron (no todos, porque el acto se celebró en el salón de actos del edificio Herakles tiene un aforo limitado) para asistir a la entrega del I Premio Federación 5 de abril para reconocer su dilatada trayectoria en un emotivo acto que contó con la participación del delegado especial de la Zona Franca, Fran González, y una amplia representación de la Corporación Municipal, así como la diputada de Igualdad de la Diputación Provincial de Cádiz, y el titular de la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA), Ignacio Romaní.
“De Romaní -dice sobre los asistentes- tengo su número de teléfono y siempre está cuando se le necesita”. AVRA ha sido y es todavía clave en el proceso de modernización de la barriada. Hasta tal punto de que, de sus 26 años al frente de la asociación, destaca como principal logro la instalación de ascensores en los bloques de vivienda.
Para ello tuvo sus tiras y afloja con Teófila Martínez, por el espacio que ocuparían. Pero admite que tiene una relación estupenda con la ex alcaldesa. “La quiero mucho”, asegura una activista que también probó en política, durante apenas dos años, de la mano del PSOE. “Estuve un poquito mala y lo dejé”. En ese periodo, se desvinculó del movimiento vecinal, “para que nadie pensara que beneficiaba a la barriada desde el Ayuntamiento”, pero se reincorporó inmediatamente a la presidenica de la asociación, con su marido, Gonzalo Pando, como vicepresidente.
Con 80 años, afirma que “seguiré al frente mientras el cuerpo aguante y los vecinos quieran”. Y quieren. Porque Manuela Jiménez ha estado con ellos en los momentos más duros, consiguiendo que ningún niño se quedara sin juguete, sin juguetes o sin cenar, y hasta consiguiendo que los muebles que se iban a renovar en la Subdelegación del Gobierno acabara en la vivienda de una familia.
“Un joven me abraza cada vez que me ve en la calle y dice que soy como su abuela”, cuenta, sin ocultar agradecimiento y felicidad, la gaditana que tiene, casi seguro, la familia más extensa.