Eso nos pide el Presidente Sánchez, que nos apretemos el cinturón, como si las familias españolas no estuvieran haciendo malabares para llegar a fin de mes desde hace tiempo, con la electricidad por las nubes y la inflación desorbitada que nos ha hecho modificar nuestros hábitos de consumo. Una petición que intenta envolver de patriotismo pero que, en realidad, sólo esconde la ineptitud de un gobierno que ni si quiera se ha planteado reducir el coste de su elefántico ejecutivo. Nunca tanto, peso tan poco.
Que el gasto público tiene un amplio margen de mejora es indiscutible. Recuerdo como al principio de la legislatura andaluza, el consejero de Hacienda, Industria y Energía, Juan Bravo, entregaba a todos los miembros del Gobierno andaluz una tarjeta identificativa con un céntimo plastificado acompañada de la leyenda “Presupuestos”. Un gesto con el que iniciaba su andadura a cargo de la cuentas de Andalucía con la premisa de que el dinero público es de todos y es sagrado. Ese céntimo venía acompañado de la firme convicción de la necesaria reducción del gasto público, incluido el energético. Las luces de su Consejería nunca se apagaban -increíble pero cierto- y obligó a que, de forma automática, el edificio se quedara a oscuras tras la jornada laboral. Muchas noches tuvo que trabajar a la luz de un flexo para terminar las tareas pendientes después de las ocho de la tarde.
Y esa necesidad de búsqueda del ahorro, y de necesario ejemplo a los ciudadanos, es la que echamos los españoles de menos en el Gobierno central, que se recordará como el más caro de la historia. Sánchez se rodeó de 23 ministros y cuatro vicepresidentas. Una factura, la de su gobierno de coalición, que supera con creces a la de sus antecesores, y es que el actual gobierno es un 50% más caro que el de Rajoy. Qué oportunidad perdida, entre tanto ministro y vicepresidente, no haber dedicado una cartera ministerial a la reducción de costes y mejora de la eficiencia de la Administración central. Un nuevo ministerio transversal que hubieran alabado nuestros socios europeos y todos los ciudadanos. Pero no, mientras que el presidente Sánchez nos pide austeridad ante esta crisis, él ha conseguido batir un nuevo récord de asesores con 785 en el Gobierno y 370 a su servicio. Para Sánchez, ni austeridad, ni crisis.
Ante su petición de “apretarnos el cinturón”, yo prefiero pedir a Sánchez que se “apriete los machos”. Que España se prepare, con sentido común, sin esa continua medida electoral, para las dificultades que vamos a tener que superar. Y antes de que el ejército que integran el feminismo lingüista se me tire a degüello como lo hace con la RAE, les explicaré que esta frase nada tiene que ver con el género masculino, ni es una forma metafórica de aludir ningún atributo sexual, porque estos machos son los alamares que cuelgan de los trajes de luces de los toreros que podemos disfrutar estos días en la Maestranza. Y son los machos que cuelgan de la taleguilla los que aprietan antes de salir al ruedo. Preparémonos para esta empresa difícil que es el futuro que llega; tras los ertes, tras la pandemia, tras la guerra de Ucrania, y tras las medidas económicas de un gobierno incapaz de bajar los impuestos para dar un respiro a las familias españolas y que exige a sus ciudadanos lo que no es capaz de aplicar en su casa.
Sin miedo y al toro.