La guitarra de Marcelo, ‘Pájaro’, Bellantig, lanzaba acordes que se conjuraban con la dulzura que habita entre las cuerdas vocales de Inma Márquez. La belleza de canciones como ‘María la Portuguesa’, ‘Volver’ con la frente marchita, ‘Habaneras de Cádiz’ o ‘Gracias a la vida’ que me ha dado tanto, viajaron desde la altura del Cerro Bonete para resonar, tras atravesar las estrechas callejuelas y las fachadas encaladas, en cada rincón de Vejer. Melodías hermosas y delicadas como los patios, fachadas, zaguanes a los que se premiaba en un acto envuelto por el perfume de los rosales y geranios y las laboriosas y experimentadas manos que convierten el casco histórico de la localidad en un espectáculo multicolor que va más allá de su declaración de Conjunto Histórico Artístico.
Juan Cantillo Pérez lleva diez años participando en el concurso de Patrios, concretamente, “desde que me jubilé. Ese día cogí un latón y lo sembré. Y así hasta hoy”, explica sonriente este hombre de 77 “cumplidos” cuyas manos son un homenaje a toda una vida de trabajoEra jueves y se celebraba la entrega de premios del Concurso de Patios, Fachadas y Zaguanes, el cual cumplía este año su XXIX edición retomando su formato habitual tras dos años de pandemia en el que se tuvo que adaptar a las circunstancias sanitarias que sacudían al mundo entero.
La fuerza del evento y su arraigo entre los vecinos y vecinas de Vejer es tan evidente que solo hay que comprobar el número de participantes. Treinta y dos en esta ocasión entre viviendas, calles, patios y fachadas tanto particulares como comunales. Treinta y dos participantes que dedican varias horas al día a plantar, resembrar, abonar y cuidar cada maceta, cada planta, cada flor. “Hay que mimarlas… darles mucho cariño e incluso hablar con ellas”, confiesa Juan Cantillo Pérez, nuevamente premiado este año. Concretamente con un primer premio en la categoría de Patio Moderno.
Es una apuesta que se mantiene desde hace décadas por la Delegación Municipal de Cultura y Patrimonio y que ha continuado, como no podía ser de otra forma, bajo la gestión de Francisca Sánchez Galván, presente en el acto de entrega junto al alcalde, Manuel Flor, el edil de Vivienda, José Ortiz, el responsable de Fiestas, José Miguel Castro, y el diputado provincial de Cultura y portavoz municipal del PSOE en Vejer, Antonio González Mellado, quienes estuvieron rodeados de un amplísimo grupo de vecinos y vecinas premiados y reconocidos. Una apuesta que tiene varios objetivos, entre ellos embellecer las calles, plazas y patios del pueblo, al tiempo que se incentiva, motiva y se premia a quienes lo hacen posible.
Con el acto de entrega de los premios, celebrado en el Cerro Bonete, claro ejemplo de la belleza de estos rincones en los que la primavera se siente como en casa, concluía una semana que comenzaba en la Muralla de la Segur con la actuación musical del grupo local ‘Cosas Nuestras’ y que contó igualmente con una específica y adaptada a los patios ruta teatralizada por las calles de Vejer a cargo de Marimantas, que bajo la narrativa musicalizada de Juan José Ruiz ‘El Rucho’ y su grupo, sumergió a los asistentes a la misma en la esencia y la magia de lo que significa pasear en mayo por entre los estrechos y monumentales callejones y patios de la localidad.
Para lucir como lucen
“Vejer celebra la edición número 29 de su Concurso de Patios y eso es gracias a quienes dedican su tiempo y su pasión y amor a cuidar los patios, zaguanes y fachadas, y a sus flores”, explica el primer edil vejeriego, Manuel Flor, quien recuerda que “tal y como me han dicho muchas veces los vecinos y vecinas, incluso hablan mientras miman a las flores para que puedan lucir como lucen”.
El regidor animó a “seguir participando en estos eventos que hacen aún más grande la localidad” y agradeció el esfuerzo que se realiza para recordar que “en estos dos últimos años lo hemos adaptado y celebrado de forma distinta, pero ya en esta ocasión hemos vuelto a celebrarlo en la calle, todos juntos”.
Cerca del pequeño escenario en el que se hizo entrega de los premios, en una vivienda ubicada en Cerro Bonete, Número 5, Francisca Chica Melero, tras recibir un tercer premio, nos abría la puerta de su hogar ansiosa y emocionada por enseñarnos un tesoro que habita en su interior. Y no es para menos, porque tras bajar unas estrechas escaleras se abre al horizonte, acariciando el cielo y mirando hacia el oeste, un paraíso, su paraíso.
El paraíso es un jardín, el paraíso en un jardín
Francisca Chica, junto a su hijo Antonio, custodian un hermoso patio lleno de vida y color que incluso sin llegar a pisarlo te recibe desprendiendo una amalgama de olores que son perfumes que despiertan el alma. Entre flores y plantas y árboles y distintos cultivos de temporada, su patio es un homenaje a la primavera, a Vejer y a la tradición andaluza de rincones ornamentados con macetas que alegran la vista. Francisca Chica y su hijo custodian el legado de Isabel, la abuela que comenzó a tejer un jardín en el que aún perviven algunas de sus obras.
Un limonero, un naranjo, un damasco, miran desde su altura la dureza de varias clases de cactus al tiempo que dan sombra a cultivos como el ajo porro, las lechugas, la cebolla, el tomate o las habichuelas verdes, dependiendo de la temporada. Alrededor de dicho huerto un crisol de flores compiten para robarnos la mirada. Rosales, trompetones, primaveras, y un sinfín de tipos de geranios como el bicolor, Patricia, Judith, Randy, crispum, cuyas macetas están perfectamente ubicadas para crear una arquitectura de diseño estudiado.
El azar no tiene cabida, el esfuerzo y la dedicación, sí. Antonio así lo confirma. “Comenzamos en otoño a resembrar para en primavera comenzar a trasplantar a macetas”. La tierra es importante, “no sirve cualquiera, usamos sustrato para que no se apelmace y crezcan con fuerza”.
Le dedican unas dos horas al día para que el patio luzca con esa magia que deja anonadado a quien lo visite. “Y si un día no echamos dos horas, pues ya sabemos que al día siguiente serán cuatro”.
Es mucho trabajo “para una alegría que dura poco, porque tras la primavera el jardín comienza a apagarse cuando llegan las altas temperaturas del verano”.
Esa pasión de madre e hijo “la heredamos de mi abuela Isabel”, explica Antonio mientras nos enseña una planta de hojas de ‘galleta’ “como las llamamos aquí”, similares a las marquesas. “Esas las plantó la abuela” y como ella, sus raíces aún perduran en un patio a cuya entrada hay una placa en su honor. Una placa de cerámica que data del año 2008 cuando Francisca participó por vez primera en el Concurso de Patios de Vejer.
El jardín es “de toda la vida”, pero Francisca Chica comenzó a participar en 2008, primer junto a los vecinos de la calle Cerro Bonete y luego individualmente, renovando cada año su patio gracias a la ayuda de su hijo Antonio. Y ese amor que le dedican ya ha obtenido varios reconocimientos, entre ellos dos primeros premios en los años 2020 y 2021.
Antes de marcharnos, nos hace mirar al cielo donde comienza a tomar forma una parra de uva moscatel con dos variedades, Hamburgo y las red glove, esta última “producen unas uvas muy gordas”, explica Francisca mientras su hijo nos regala un esqueje de una planta de incienso. “Huélela…”… y el perfume a misa, a Semana Santa y a iglesia nos invade. “Sí, es lo que usan. Cuando echa flores, se secan y de ahí sale”. Sin duda, nos vemos pensando que dejamos atrás una pequeña esquina del paraíso en la tierra.
Hablar con las plantas
Sin tiempo para añorar el jardín, salimos a la calle Bonete, una de las más bellas del pueblo. A las puertas de las viviendas de fachadas encaladas y balcones desde los que se derraman en inverosímil cascada el rosa y el rojo de los geranios, hay varios vecinos sentados. Entre ellos Juan Cantillo Pérez, flamante primer premio de Patios Modernos.
Lleva diez años participando, “desde que me jubilé. Ese día cogí un latón y lo sembré. Y así hasta hoy”, explica sonriente este hombre de 77 “cumplidos” cuyas manos son un homenaje a toda una vida de trabajo. “Jamás me he levando un día sin que me haya puesto la ropa de faena”, rememora Juan, que lleva desde los 14 años dedicándose a la albañilería.
Se levanta a las 06.30 horas “y me pongo a andar hasta las diez, cuando regreso y desayuno. Luego me voy a cuidar el huerto (urbano) que está a unos quince minutos andando desde aquí. Vuelvo al mediodía, almuerzo y la tarde se la dedico a mis plantas y flores”.
“Nunca he comprado nada. Tengo los esquejes que siembro aquí al lado. Luego los trasplanto a las macetas” y “con el único truco de mucho cariño y mimo”, logra crear una colorida obra de arte a las puertas de su casa donde lucen geranios, rosales, mimos y azucenas entre otras flores.
Confiesa que siempre le gustado la siembra y las plantas. La tierra. Plantas y huerto forman parte de su día a día, una pasión que quizás le venga de su padre, que trabajaba de “día con los Morillos, una familia de aquí que tenía muchas tierras, y por la noche hacía sus cercados”, apunta su mujer.
Sea como fuere, Juan asegura que “le doy mucho cariño a las plantas. Incluso les hablo. Y luego, mira, se convierten en esto”, dice mientras dirige su mirada a las macetas floridas que confieren a esa calle-patio un espíritu onírico en el que poder sumergirse cada primavera.
Paraísos que se despliegan por otros muchos rincones de Vejer y que convierten la labor del jurado en una ardua tarea a la hora de designar a los ganadores del concurso. La vegetación, la arquitectura (que ha de ser la típica del patio andaluz) y su mantenimiento, son claves a la hora de elaborar el fallo.
Paraísos, tesoros y obras de artes vivas que se despliegan por otros muchos rincones de Vejer en los que pasear en primavera es más que un placer para la vista. El citado Cerro Bonete, la plaza Capitán Quintanilla, la calle Manzanares, la calle Sancho IV, la calle Arrieros, la calle Judería, la plaza de la Paz, el edificio Alcazaba, calle Merced, calle La Fuente, calle San Juan, calle Marqués de Camarón, calle Bellido, calle Juan de Sevilla, calle Benito del Lomo, calle Huelva, calle Limones, la Avenida República Dominicana o la casa del Mayorazgo, entre otras muchas forman parte de un recorrido, de una ruta de una belleza sin igual durante todo el año pero que en primavera luce como luciría el mismísimo paraíso si éste se mudase a la tierra.