Así lo indicó en respuesta a las preguntas de los abogados durante la segunda jornada del juicio civil por el accidente del Yak-42, ocurrido en Turquía en mayo de 2003 y en el que fallecieron 62 militares, que desde ayer se celebra en los juzgados de Zaragoza.
Núñez explicó que el avión y el vuelo siniestrado eran civiles, así como la tripulación, pero que el aeropuerto de llegada y salida, el de Kabul, estaba bajo mando militar. No obstante, precisó que el piloto en ningún momento recibía órdenes del personal militar que viajaba en la aeronave.
La empresa alemana era la encargada de preparar los aviones que el Ejército español necesitaba para trasladar a sus tropas, y en varias ocasiones subcontrataba los aparatos a empresas ubicadas en repúblicas ex soviéticas, como fue el caso del Yak-42, de una compañía ucraniana.
Estos aparatos no pasaban ninguna inspección técnica, ha dicho el representante de Chapman en España, sino que únicamente se comprobaba que la documentación estuviera en regla, ya que la empresa no dispone del personal necesario para este tipo de actuaciones.
Núñez manifestó que la escala que hizo el Yak-42 estaba prevista en Ankara pero finalmente se cambió, ya que viajaron 12 soldados más de los previstos que incrementaron el peso, aunque ha señalado desconocer el tiempo de vuelo que llevaba la tripulación en activo, más de 25 horas según uno de los letrados, el dinero que percibían las subcontratas por estos servicios o la ausencia del seguro obligatorio por contrato.
También comentó que a él no le llegaron quejas oficiales relativas a la calidad o seguridad de los aviones utilizados en estas operaciones, aunque sí ciertas quejas referentes al cátering y a la incomodidad de los aparatos.
En la jornada de ayer, que duró poco más de tres horas, también declararon cuatro militares, quienes coincidieron en resaltar que en todo caso fue un vuelo civil, que los ocupantes de la aeronave no portaban billetes individuales y que el Ministerio de Defensa no se ocupaba del estado de los aviones contratados.