En España, puntualizó el doctor, el perfil de paciente que puede verse más afectado por estas circunstancias es el de cualquier sexo y grupo de edad pero, en especial, “aquellos procedentes de estratos socioeconómicos bajos, con un nivel educativo inferior y con elevados niveles de estrés”.
Esta patología provoca un aumento de la secreción de las catecolaminas y de la tensión arterial, lo que a su vez favorece el desarrollo de la arterosclerosis, desencadenando complicaciones cardiovasculares asociadas, tales como infartos.
El especialista indicó que los problemas financieros, la preocupación por el fracaso de un negocio o la pérdida del trabajo se convirtieron en consecuencias inherentes a “una de las peores crisis económicas que se han vivido hasta el momento”.
Varela explicó que el efecto del estrés sobre el riesgo de infarto se observa de forma general, con independencia de la edad, sexo, región demográfica o grupo étnico.
Sin embargo, se demostró que los diferentes indicadores de estatus socioeconómico y nivel educativo, vinculados a otros factores de riesgo cardiovascular, “se asocian de manera consistente a un mayor riesgo de padecer un infarto, en especial en países con elevado nivel de desarrollo”, aclaró.
El secretario de la FEC confesó que es “muy difícil” actuar sobre los factores psicosociales, ya que en muchos casos dependen de condiciones externas, no controlables por el propio paciente, como puede ser la pérdida del puesto de trabajo.
Por ello, además de intentar mantener la calma, apostó por incidir en el control de factores de riesgo cardiovascular modificables clásicos, como son el tabaco, la obesidad, el sedentarismo, la hipertensión y la diabetes e hiperlipemia.
El ejercicio físico realizado de forma regular y el control periódico de los niveles de presión arterial, glucemia y lípidos son algunas de las recomendaciones del experto.