La ética de las responsabilidades pasa por decir no a las guerras, a los conflictos internos, a las guerrillas, a los actos terroristas. Nada se resuelve con las armas, ni con la ley de la selva, se trata de eliminar antes las causas que originan estos enfrentamientos. Tampoco podemos permanecer pasivos ante el dolor de millones de inocentes ahogados continuamente por el sufrimiento, casi siempre subsidiados por poderes corruptos. ¿Por qué seguir exportando armas como si fueran alimentos? ¿Qué razones justifican el incremento? En la mayoría de las veces, únicamente poderosos intereses económicos. Así de claro y así de cruel, para infortunio de los pobres que suelen ser los que se matan entre sí. Tendría que instaurarse una verdadera ética política en este sentido. Por ejemplo, resulta complicado justificar moralmente el suministro de armas a regimenes dictatoriales, que no cultivan diálogo alguno.
El sentido de la equidad, de la justicia social, está ligado al bien global y al ejercicio de ese bien hacia toda persona. Hay que superar y eliminar, de una vez por todas, cualquier tipo de discriminación tácita o explícita. Las contrariedades económicas que dividen al mundo sólo pueden ser resueltas desde el convencimiento de las ayudas. Otra exigencia ética. Solidaridad entre los ricos y los pobres. Solidaridad entre los empresarios y los obreros. Solidaridad entre naciones y pueblos. Solidaridad entre enemigos y amigos. Lo que exige otra exigencia: el respeto. Lo tendríamos si fuésemos personas con conciencia ética. Por desgracia, hay muchas bestias salvajes que andan sueltas por el planeta.
También la conciencia de la austeridad nos hace fuertes. Sin embargo, para desdicha del mundo global, lo que prolifera es el ansia de posesión, el despilfarro de las políticas y de los políticos, el sueño de nadar en la abundancia a cualquier precio. El egoísmo personal y colectivo se expande como divertimento. Desde luego, hay que revisar estilos de vida y poner en valor, la riqueza de dar y darse a los demás, que es la mejor manera de ser humano. Si falta el sentido de la templanza, la autodisciplina ética y el espíritu de sacrificio, aumentará el desinterés por los demás y el afán por tener más para sí y los suyos, como sí fuéramos a vivir eternamente.
Asimismo, es fundamental avivar la cultura del trabajo y de la consideración hacia toda persona. Nadie debe sentirse extranjero en un mundo global. Esta crisis que ahora sufrimos en el mundo, ha generado, igualmente, un aumento del desempleo y agudización de la pobreza y la desigualdad. El mundo debe funcionar más éticamente. Ahí radica el problema fundamental. Hacen falta opciones de Estado entre los Estados, que protejan a las personas y activen tejidos empresariales sostenibles y sustentados por la moral. Hay que acrecentar el apoyo a las personas que viven permanentemente en crisis, como son los desempleados o los trabajadores que perciben ínfimos salarios. Se habla de que hay que dar forma a una globalización justa y sostenible, pero sigue faltando esa visión común de corrección ética.
El fundamento ético es de vital importancia, cuando desaparece todo se viene abajo. El verdadero instrumento de progreso radica en el factor reformador de nuestra moral. Como dijo Aristóteles, y ha llovido desde entonces, la excelencia moral es el resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía. Lo que viene sucediendo es todo lo contrario, a través de una cultura interesada, sectaria a más no poder, que se inventa sus propios valores, con actuaciones contrarias a normas éticas objetivas, sirviendo a ideologías impuestas, más preocupadas por sus objetivos que por la dignidad de las personas o el derecho del más débil. Sin duda, el orden ético tiene que ir de la mano del orden económico, social, jurídico o político. De lo contrario, proseguiremos en la crisis, porque seguimos huérfanos de una ética universal, que en verdad se precisa para todo.