Su ingente trabajo, íntimamente vinculado a la divulgación en los medios de comunicación, sobre todo en televisión, despertó muchas vocaciones en unos niños y jóvenes que hoy, ya en la madurez, se dedican profesionalmente a la investigación, a la conservación o a la divulgación del medio ambiente.
Ayer se cumplieron 30 años del trágico accidente aéreo que, en los hielos de Alaska, acabó con la vida de quien mostró a los españoles de entonces cómo vivía el lobo o el lince ibérico, cómo las nutrias desaparecían de nuestros ríos o cómo el águila imperial, majestuosa, atrapaba a sus presas.
El 14 de marzo de 1980 Félix Rodríguez de la Fuente se encontraba en Alaska junto a su equipo de El Hombre y la Tierra, el programa que semanalmente se asomaba a las pantallas de TVE y que él dirigía y presentaba, para tomar imágenes de la Iditarod Trail Sled Dog Race, la carrera de trineos tirados por perros esquimales más importante del mundo.
Aquel día, en el que Félix cumplía 52 años, el equipo de rodaje era tan numeroso que para su traslado fueron necesarias dos avionetas.
Al poco de despegar, y dado que los dos aparatos volaban a escasa distancia, Miguel Molina, cámara de Televisión Española, fue testigo de la tragedia. “Le dije: Tony (el piloto del aparato), acaba de caer una avioneta. Se derrumbó sobre los mandos al darse cuenta de que era su amigo y compañero el que había caído”, recuerda en conversación con Efe.
Nunca se han conocido con claridad los motivos del accidente que costó la vida a Rodríguez de la Fuente, al piloto de la avioneta, Warren Dobson, al cámara Teodoro Roa y a su ayudante Alberto Mariano Huéscar. “Pudieron ocurrir mil cosas”, cuenta Miguel Molina, que trabajó con Félix durante cinco años. “Estábamos –continúa su relato– acostumbrados a hacer locuras para conseguir las mejores imágenes”.
El accidente se conoció en España un día después, el 15 de marzo. La noticia conmocionó a todo el país.
LUCHADOR INCANSABLE
Miguel Molina habla de Rodríguez de la Fuente con admiración y respeto, y lo define como “un niño grande” que, aunque tenía un carácter “fuerte” y “muy exigente” era, al mismo tiempo, un hombre “muy ameno y divertido” que “no hacía más que preocuparse por la naturaleza” y que murió en un momento “muy especial” de su vida.
Asegura que a Félix le costó “mucho llegar profesionalmente donde estaba” y que, a pesar de las dificultades que encontró, era un “luchador” que no reconocía “nunca” la posibilidad de la derrota. Por eso, añade Molina, “si viviera ahora estaría aterrado” con todo lo que ocurre con el medio ambiente.
Los que conocieron a Félix coinciden en señalar que fue un hombre adelantado a su tiempo, y en destacar que sus ideas sobre conservación abarcaban todos los aspectos del ecosistema, consciente de la importancia de mantener un equilibrio para el cual todas las piezas son imprescindibles.
Odile, la menor de sus tres hijas y hoy directora general de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, destaca de su padre la capacidad que tuvo para conseguir generar “un cambio de 180 grados” en la conciencia ecológica de España.
“Un país”, añade enérgica, en el que, “gracias a las imágenes de El Hombre y la Tierra, se pasó de tener una Junta de Extinción de Animales Dañinos a que la gente llorara cuando una loba y sus lobeznos eran perseguidos por cazadores”.
El lobo, un animal que Félix convirtió en un símbolo de su lucha, y por el que sentía una especial atracción. Miguel Molina cuenta que muchas veces le comentó que cuando muriera le gustaría reencarnarse en uno de ellos.
PENSAMIENTO POSITIVO
Coincidiendo con la celebración del treinta aniversario de su muerte, la Fundación ha presentado la primera biografía autorizada de Félix Rodríguez de la Fuente en la que, por vez primera, el autor, Benigno Varillas, ha tenido acceso a documentación inédita, guardada en el despacho del naturalista y gran comunicador burgalés.
Periodista y activista medioambiental, Benigno Varillas destaca que, tras investigar a fondo la vida y el trabajo de Félix, ha constatado su incansable positivismo y su afilada visión futurista.
Varillas explicaba, en la presentación de dicha biografía, que en alguno de los documentos a los que ha tenido acceso, Rodríguez de la Fuente adelantaba, hace más de treinta años, la importancia de encontrar mecanismos globales, en ámbitos como Naciones Unidas, para la gestión de los recursos naturales.
“Félix estaba convencido de que, en algún momento, el ser humano cambiaría de comportamiento con la naturaleza”, señaló Varillas, porque “creía firmemente en que algo que ha costado tanto esfuerzo desarrollar tiene que tener un final feliz”.
Durante la presentación del libro, la viuda de Félix y presidenta de la Fundación, Marcelle-Genevieve Parmentier, narró que su marido estaba “fascinado” por el fenómeno vital de la Tierra y recordaba que para él “todo” en la naturaleza tenía su razón de ser y formaba parte de un conjunto “fuerte” pero, al mismo tiempo, “fácil de destruir”.
Pionero en percibir la importancia de los medios de comunicación para provocar cambios en la conciencia de las personas, Marcelle aseguró que su marido quiso, a través de la divulgación, frenar el avance de los desequilibrios ambientales.
En definitiva, la filosofía de Rodríguez de la Fuente fue y sigue siendo fundamental, no sólo en la conservación de la naturaleza, sino también en la comprensión de los equilibrios en los que ésta se sustenta.