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Jueves 14/11/2024
 
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La frustración de Luis Enrique

El seleccionador asume la derrota frente a Marruecos y deja su futuro en el aire: "con tiempo, ya veremos la próxima semana"

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  • Luis Enrique. -

La tanda de penaltis. Sabiri, gol; Sarabia, al poste; Ziyech, gol; Carlos Soler, para Bono. Luis Enrique mira hacia abajo. Benoun, para Unai Simón. Aún hay opciones. Sergio Busquets, para Bono. Luis Enrique gesticula, frustrado. Percibe la derrota. Su semblante serio. Si marca Marruecos, se acabó. Achraf, a lo 'Panenka', desata la apoteosis de su selección. El Mundial termina para España, igual que en la última Eurocopa, en los lanzamientos de once metros, entonces con Italia, en semifinales.

Luis Enrique entra al campo, consuela a sus jugadores en el medio del terreno. Les da cariño. Antes le desea "mucha suerte" a Regragui, el técnico marroquí. También abraza a Bono, la figura del partido. Indudable. Sus penaltis parados a Carlos Soler y Sergio Busquets lo coronan de forma indiscutible. Saluda a todos sus rivales. Se va al vestuario.

Más de dos horas después del inicio del partido, sin pausa para el entrenador. Al borde del área técnica, al filo de la linea intermitente que marca el límite. Desde el principio. Conversa con Mazraoui, el lateral izquierdo de Marruecos, para decirle que la fuera de banda ha sido suya. Que no proteste. En cuclillas, a veces. Otras de pie, con las manos en los bolsillos, parado, expectante. Otras gesticula, aplaude, camina de un lado a otro, se para. Le dice a Rodri Hernández, de nuevo central, como en los tres partidos disputados anteriores, titular en todos ellos, que no cometa esa falta infantil.

Vuelve a aplaudir cada intento de sus jugadores. Los primeros minutos habla con insistencia con Rodri. También con Ferran Torres, a su lado en la banda, una de las cinco novedades del once titular de la derrota de Japón al duelo de octavos ante Marruecos (las otras son Marcos Llorente, como lateral derecho, y los regresos esperados de Aymeric Laporte, Jordi Alba y Marco Asensio, aún no hay sitio para Álvaro Morata, goleador tres veces en los tres primeros encuentros, tan solo de inicio ante Japón, al que recurre después, en el 63).

Al extremo le pide que amague hacia atrás y se vaya hacia adelante, que se abra más aún. También le indica a Marcos Llorente que salga más de la banda, que adelante su puesto para presionar a su par en Marruecos. Por detrás, Rodri, Laporte y Jordi Alba, en esa circunstancia del juego para emular una defensa de tres centrales. Es puntual. La idea varía después, a la media hora: quiere a Llorente unos pasos adelante para que lo siga Boufal y, a la vez, liberar un espacio para la salida de balón... de Pedri, como si fuera un lateral derecho.

Al centrocampista, de inicio en el interior del otro lado, desactivado por su adversario, lo traslada entonces para la derecha para que él sea el guía en la iniciación del juego. A la primera, su pase en profundidad lo recoge Ferran Torres. Por fin, España rompe las líneas del compacto adversario. Ya han tenido un par de ocasiones antes. El tiro de Marco Asensio al lateral de la red y, sobre todo, un remate al larguero de Gavi y un rechace que remachó a la nada Ferran Torres, que no cuentan como oportunidad, invalidadas por fuera de juego.

Luis Enrique se queja de una falta sobre Gavi que no pita el árbitro. Se lo dice al colegiado y al cuarto asistente. Y lamenta cuando la presión no sale como él quiere, como insiste y ensaya de forma exhaustiva siempre. De nuevo, se pone en cuclillas. Habla de nuevo con su ayudante, Rafel Pol. Y con Ferran Torres. En el minuto 25, el partido no va a por dondé quiere. La transición es lenta, lo aguarda su oponente en su territorio, inhóspito aún para la selección española. En el 33, sí, cuando España ya halla algún hueco. Se siente mejor sobre el terreno. Ferran desborda. Marruecos responde. Un cabezazo alto de Aguerd. Un zurdazo de Mazraoui.

Mira la tablilla del tiempo añadido. Un minuto. Gana el lance Marcos Llorente, la controla Olmo, el árbitro señala el intermedio. Luis Enrique se va el primero al vestuario. Hay mecanismos que corregir. La primera parte acaba 0-0, casi con las mismas ocasiones en uno y otro lado. Sin que nadie se imponga a su contrincante, en las dos perspectivas diferentes con las que pretenden la victoria dos equipos distintos. España necesita más para ganar.

En el segundo tiempo, en el minuto 47, manda a Morata y Carlos Soler a calentar en la banda. El partido sigue. Luis Enrique camina por el área técnica, mano en los bolsillos, después brazos cruzados, entre la tensión y los nervios del partido. Levanta los brazos mientras asiste, confiado en el repliegue, a un contragolpe de su rival. Percibe el apuro, gesticula como tal, cuando Unai Simón es presionado por dos oponentes. Un riesgo.

España no tiene ocasiones aún. Se sienta en el banquillo, sale después de nuevo, instantes después. Pide a Gavi que se separe de sus marcadores para recibir. Y grita a Rodri que conecte con Pedri a su lado para la salida del balón. Es un grito intenso. Reclama una falta a Olmo, se lo recrimina al colegiado, conversa con él... Le pide disculpas Luis Enrique, con el pulgar hacia arriba. Minuto 55. Dani Olmo tira en una acción de estrategia. Bono despeja.

Aplaude Luis Enrique cuando la presión surte efecto, cuando su rival pierde la pelota, también cuando el esfuerzo de Pedri aplaca un contragolpe de Achraf, mientras esperan su turno en el encuentro tanto Álvaro Morata como Carlos Soler, los primeros cambios del técnico. Habla con ellos, los indica, los anima. Entran por Marco Asensio y Gavi. También aclama a Jordi Alba con gesto de aprobación por otra acción de mérito defensivo.

Marruecos nota el cansancio, España insiste. Está en su mejor momento del partido. Ya divisa las vías hacia la portería contraria. Aún sin precisión, aún sin ocasiones de verdad en la segunda parte. Está inmersa en el último tercio ya del campo contrario. Dos líneas de Marruecos, por momentos tres, unidas, juegan en 15 metros. Luis Enrique observa con detenimiento, inmóvil, las larguísimas posesiones de España. Falta el pase definitivo. Riesgo.

Ya prepara el siguiente cambio: Nico Williams. Luis Enrique le dice que encare, que encare, que encare. Lo necesita su selección. El segundo hombre más rápido del Mundial (35,6 kilómetros por hora en una carrera ante Alemania). Es el minuto 75. Aún le da otra instrucción más al extremo, que suple a Ferran Torres para incidir por la banda derecha. El tiempo corre. 0-0. Luis Enrique sale de nuevo del banquillo. Expectante. Tenso. Se reafirma cuando Nico Williams toma el primer balón y encara, desborda, centra al área.

Da otro pase al desmarque de Morata, que centra -o tira- sin ángulo, sin que llegue ningún rematador. Minuto 81. Luis Enrique aplaude. Es lo que quiere. Siente cerca el gol. Habla con el juez de línea cuando ve cómo Marruecos ya juega con el tiempo. Lo pierde. Demora un saque de banda mucho más de lo permisible. Llama a sus ayudantes para que le den agua a Pedri, que acude, tras el incansable esfuerzo, a la banda para hidratarse. Se señala el reloj en dirección al árbitro para que tenga todo en cuenta para el tiempo añadido.

No hay forma de esquivar la prórroga. Ni con el centro de Dani Olmo que no toca Rodri y al que se estira Bono. Pita el final. Habla de inmediato Luis Enrique con Nico Williams. Los jugadores beben agua, charlan, en torno a una especie de círculo. El seleccionador habla de nuevo, al margen, con Rafel Pol. Se une al círculo. Toma la palabra. Todos se agrupan. Habla y gesticula con determinación. Todos aplauden. Se separa y participa en el grito de guerra. Da indicaciones a Carlos Soler, da ánimo a Pedri, se interesa por Jordi Alba cuando acude a un masaje en el muslo derecho. Le contesta que está bien, gesto afirmativo con la cabeza.

Empieza la prórroga. Una ocasión de Marruecos, que frustra, notable, Aymeric Laporte. No lo ve claro el técnico, que llama a Ansu Fati y Abde para entrar al campo. Es el minuto 98. Quiere más Luis Enrique. La ofensiva final. Ganar. Unai Simón salva el 1-0 con las piernas, ante Cheddari. Vence un duelo individual decisivo. La tensión es mayor en el técnico. Final de la primera parte del tiempo extra. Ahora habla con Ansu Fati, choca la mano con Llorente, conversa con Laporte, con Morata. Empieza el segundo periodo. Se desespera Luis Enrique cuando el árbitro detiene el partido por un jugador marroquí en el suelo. Salta brazos en alto. Da de tacón a una botella de agua. Se lamenta con otra ocasión. Entra Sarabia por Nico Williams, que había ingresado en el campo en el 75. Lo consuela de inmediato Luis Enrique. Su sexto y último cambio, en el minuto 188, es ya pensando en los penaltis. Aún se lleva las manos a la cabeza en un remate de Sarabia. Los penaltis...

Luis Enrique habla a sus jugadores. Es el momento decisivo. No hay presente ni futuro sin triunfo en los penaltis. Charla con ellos unos minutos. Se va, caminando, a hablar con el cuerpo arbitral. Pide a la grada, a España entera, que anime. Da espacio a sus futbolistas. Con todos abrazados sobre la línea lateral. Él adopta un segundo plano. Se sienta en el banquillo. Desde ahí observa los lanzamientos de once metros. La frustración de la derrota.

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