Fue un homenaje sobrio y emotivo ya que, como dijo la directora de la Biblioteca Nacional, Milagros del Corral, “Francisco Ayala no gustaba de protocolos ni de ditirambos necrológicos, sencillamente porque él prefería la vida”.
Al calor de la música preferida de Ayala, que el pasado 3 de noviembre “se fue sin hacer ruido, tras habernos regalado una lección de vida”, y de la lucidez de varios fragmentos de su obra, seleccionados por su viuda, Carolyn Richmond, se congregaron en la Biblioteca numerosos amigos y personalidades.