La oleada de contagios de covid ha llegado a su pico en grandes ciudades como Pekín, mientras el Gobierno insiste en que la situación está bajo control pese a las dudas sobre las cifras oficiales de fallecidos y al hecho de que los hospitales siguen trabajando a destajo para salvar vidas.
Terminados los tres días de vacaciones por Año Nuevo, la capital china vivió esta semana un repunte del tráfico mientras las oficinas volvían poco a poco al ajetreo habitual y cines, restaurantes y otras zonas de ocio abrían sus puertas en aparente normalidad.
Este martes, el metro de la ciudad capitalina superó, según sus propios datos, los 7,1 millones de desplazamientos, cifra por encima de los 6,4 millones del 30 de diciembre o los 1,5 millones del día 15, en plena oleada de contagios tras el desmantelamiento de la política de 'cero covid' vigente durante tres años.
En el distrito de Chaoyang, sede de embajadas a rascacielos de negocios, muchos trabajadores han vuelto estos días a las oficinas tras superar la infección: "La vida sigue, todo el mundo que conozco que se contagió ya se ha recuperado y ya era hora de volver", comenta a Efe un repartidor que suele trabajar en esa zona.
Los restaurantes del distrito también ven un repunte de comensales una vez pasado el pico de infecciones, cuando Pekín se transformó por unas semanas en una ciudad fantasma: "De todas formas, está todo a medio gas. Mucha gente se está marchando ya de la ciudad para visitar a sus parientes durante el Año Nuevo Chino", agrega la dependienta de un restaurante aledaño.
De hecho, el reto para el gigante asiático será ahora hacer frente a la propagación de la covid en las zonas rurales durante el Año Nuevo Lunar, que en 2023 caerá entre el 21 y el 27 de enero.
Por ello, varios funcionarios han insistido a los responsables de las zonas rurales que se preparen para la oleada y que las personas con cuadros graves puedan ser trasladadas a, como mínimo, hospitales de nivel de condado.
Y aunque ciudades como Pekín, Cantón o Shanghái estén ya poco a poco recuperando la normalidad, los estragos de la oleada se siguen notando en los hospitales, donde los sanitarios intentan hacer todo lo posible para tratar salvar las vidas de los pacientes de edad más avanzada, los más vulnerables, mientras vídeos compartidos en las redes sociales muestran largas colas en los crematorios.
La rápida propagación del virus ha sembrado dudas sobre la fiabilidad de los datos oficiales de contagios y muertes, que han registrado apenas un puñado de fallecimientos recientes por la enfermedad pese a que localidades y provincias han calculado que una proporción significativa de sus poblaciones se ha contagiado.
FALTA DE INFORMACIÓN
China insiste en que nunca ha ocultado nada y que, desde hace tres años, comparte exhaustivamente con la comunidad internacional "datos e información" sobre los casos de covid e incluso ha pedido a la comunidad internacional que evite "politizar la pandemia".
"El Gobierno no quiere que se sepa la verdad. Obviamente, hay más contagiados y fallecidos que las cifras oficiales, pero no quieren ni que cunda el pánico ni reconocer que la situación se había desbordado", comenta un pequinés bajo el anonimato.
Estos días, la Organización Mundial de la Salud se ha mostrado "muy preocupada" por la evolución de la covid en China y ha reclamado "más información", al tiempo que varios países han empezado a exigir pruebas PCR negativas para quienes quieran entrar en sus territorios procedentes del país asiático.
China, que reabrirá sus fronteras el próximo domingo, por primera vez desde marzo de 2020, insiste en que estas medidas son "desproporcionadas" e "inaceptables", aunque ha pedido a sus ciudadanos que cumplan con los requisitos que impongan otros países para viajar.
Tras tres años apartada del mundo, China, según insiste la prensa oficial o sus portavoces, busca ahora "facilitar los viajes transfronterizos de forma segura" para "normalizar los intercambios y la cooperación internacional".
"Sinceramente, creo que estas restricciones son exageradas pero, al mismo tiempo, no tiene sentido que el Gobierno se queje cuando ha tenido el país completamente cerrado durante tres años", comenta una pequinesa que prefiere no dar su nombre y que se hace una prueba PCR en una de las pocas casetas que quedan abiertas al aire libre para hacerse un test.
A partir del domingo, la covid dejará de ser una enfermedad de categoría A en China, el nivel de máximo peligro y para cuya contención se exigen las medidas más severas, para convertirse en una de categoría B, que contempla un control más laxo, marcando así en la práctica el fin de la política de 'cero covid', desmantelada por las autoridades después de que se produjesen protestas a finales del año pasado.
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Pekín busca la normalidad mientras los hospitales siguen trabajando a destajo
El reto para el gigante asiático será ahora hacer frente a la propagación de la covid en las zonas rurales
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