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La gripe A, la primera pandemia del siglo XXI, ha causado 17.500 muertos

La gripe A(H1N1), que desde que surgió hace un año en México causó 17.500 víctimas mortales, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha llegado a más de 200 países y se calcula que ha infectado a millones de personas, que en su mayoría se recuperaron sin complicaciones.

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  • Imagen de archivo de varias personas usando tapabocas durante la contingencia de la Gripe AH1N1. -
La gripe A(H1N1), que desde que surgió hace un año en México causó 17.500 víctimas mortales, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha llegado a más de 200 países y se calcula que ha infectado a millones de personas, que en su mayoría se recuperaron sin complicaciones.

Sobre las víctimas mortales, la OMS contabilizaba hasta el 28 de marzo de 2010, 17.483 muertes confirmadas en laboratorio en 213 países y territorios del mundo, de las que 8.175 se habían producido en América y 4.669 en Europa.

Entre los países con mayor número de víctimas mortales figuran tres del continente americano, Estados Unidos, con 2.670 fallecidos (según la OMS), Brasil, con 2.087, y México, con 1.136.

Les sigue la India, con 1.464 muertes registradas por su Ministerio de Salud hasta el 4 de abril.

Pese a ello, la enfermedad no parece haber sido tan severa como había pronosticado la OMS, cuya gestión de la crisis está actualmente en entredicho.

Los primeros casos de la nueva gripe se detectaron el 11 de abril en el estado mexicano de Veracruz y la primera muerte confirmada fue la una mujer del estado de Oaxaca, el 13 del mismo mes, aunque la alerta no saltó hasta diez días después.

A partir de entonces, el virus se propagó rápidamente. En apenas unos días, afectaba ya a varios estados de México, Estados Unidos y Canadá y había dado el salto a Europa.

En México se cerraron colegios y restaurantes, se suspendieron actos oficiales, deportivos e incluso misas, y las autoridades llegaron a aconsejar a la población que permaneciera en sus casas.

El 27 de abril de 2009, la OMS elevó el nivel de alerta ante una posible pandemia –epidemia mundial– del nivel 3 al 4 (en una escala de seis), al verificar que el virus A(H1N1) se transmite de persona a persona; dos días después pasó al nivel 5; y el 11 de junio declaró el nivel 6, es decir la pandemia.

La OMS recordaba que se trataba de una cepa nueva e “impredecible”, para la que no existía vacuna y que se expandía a gran velocidad. Lo mismo que el miedo.

El temor al contagio hizo que se cancelaran viajes, se establecieron cuarentenas, se agotaron las mascarillas y los saludos se volvieron menos efusivos.

A finales de abril de 2009, el virus se había detectado en una decena de países, en junio, ya estaba en más de 70, y en julio, en 120. Por entonces, la OMS calculaba que al final de la pandemia el virus habrá afectado a 2.000 millones de personas en todo el mundo.

Las empresas farmacéuticas incrementaron la producción de antivirales, principalmente oseltamivir (comercializado como Tamiflú, por Roche) y zanamivir (Relenza, del laboratorio Glaxo), utilizados para reducir la sintomatología y la gravedad de la enfermedad; y se lanzaron a una carrera contra reloj para fabricar vacunas.

Las primeras fueron autorizadas en septiembre de 2009 en China, EEUU, Australia y la Unión Europea; y el primer país en iniciar la vacunación fue China, el 21 de septiembre.

La alarma comenzó a remitir a finales de verano, aunque también se plantearon muchas dudas sobre la seguridad y efectividad de las vacunas, de las que se dijo, por ejemplo, que habían sido aprobadas con pocos ensayos y que podían tener peligrosos efectos secundarios.

Los países ricos habían encargado importantes reservas de vacunas, parte de las cuales no se llegaron a utilizar debido al escaso interés de la población, lo que les ha obligado a renegociar sus contratos con los laboratorios, devolver parte de las existencias o venderlas a terceros.

A finales de 2009 se comprobó que la pandemia era mucho más moderada de lo que se esperaba y proliferaron las críticas a la gestión de la OMS, a la que se ha acusado de exagerar la gravedad del nuevo virus, e incluso de connivencia con la industria farmacéutica.

La Organización Mundial de la Salud rechazó dichas acusaciones pero se vio obligada a anunciar que se sometería a una evaluación externa.

La OMS mantiene la recomendación de vacunarse como medida de precaución especialmente entre los grupos de mayor riesgo.

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