Que la poesía es uno de los destinos de la palabra,es algo que se consolida de manera intensa en todo aquel que percibe lo sagrado del verso. La conciencia del lenguaje, su unánime pálpito, se reconoce en un espacio y un tiempo en continua expansión. Tal vez, porque en su condición latente, el acto lírico se reconoce desde un advenimiento causal en su intención. O lo que es lo mismo, y recordando a GastonBachelard, porque remontándose a la relación entre una imagen y un arquetipo, se puede comprender y aprehender una personalísima visióndel mundo.
La reciente aparición en Cátedra Letras Hispánicas de la “Poesía Completa” de Mari Luz Escribano (1935 – 2019), aproxima el acervo vital y literario de la autora granadina. Y lo hace, precisamente, atendiendo a esa óptica individual y causal citadas.
Remedios Sánchez ha estado al cuidado de esta edición y,en su amplia y reveladora introducción, anota: “Si hubiera que definir con dos palabras la obra de Escribano (no solo la poética, quiero decir, el conjunto de su obra), serían memoria y perdón. Mariluz Escribano no fue nunca en su edad adulta una mujer alegre por esos golpes vallejianos que sistemáticamente sufrió, pero tampoco se sumió en la desesperación ni convirtió su existencia en un drama”.
Tardía a la hora de publicar, dio a la luz su primer poemarioa los cincuenta y cinco años. “Sonetos del alba” (1991). A éste, le seguirían otros cinco títulos, "Desde un mar de silencio" (1993), "Canciones de la tarde" (1995), "Umbrales de otoño" (2013), "El corazón de la gacela" (2015) y "Geografía de la memoria" (2018).
Cuando contaba con tan solo nueve meses, su padre, Agustín Escribano, catedrático de Geografía y director de la Escuela Normal de Maestros de Granada, fue fusilado por orden de los sublevados. Esa ausencia se tornará presencia vívida en su existir y ocupará, en buena manera, parte de su temática más recurrente. Y lo será, a través una mirada donde la patria de la infancia vehicule su decir y su emoción: “Ahora miro atrás y la asombrada/ sonrisa por ayer se quedó yerta (…) Desembocó mi sangre hacia la nada/ y mi vida en el filo de la espada/ sobrenadando el fin de la memoria/ quebró la luz de la existencia mía”.
La añoranza, en verdad, se hace al hilo de su poesía corazón y coraza, carne y sombra (“La nostalgia a veces nos traiciona”). Además,en su palabra, resurge una tenaz supervivencia del compromiso en favor del consenso, de la avenencia humana. Consciente de que su entrega por lo perdurable, por la pureza de lo palpable, aliviaría lo doliente del pretérito, Mariluz Escribano alzó su pluma y su verbo y sembró despaciosamente la semilla de un verso halado, universal.
Y así, una vez posicionada la luz de su aliento en una sobria escala de sensibilidad, su voz irá haciéndose más poderosa en cada nuevo volumen, pero sin renunciar ni contradecir nunca su espíritu. Al cabo, bien sabía que no era la envoltura sino la esencia del contenido cuanto debía sustantivar y abrazar, “la gracia del suspiro que rompe con la noche,/ el amante quehacer de comenzar de nuevo/ cuando el mundo está limpio, como recién lavado”.