La ministra de Transportes, Raquel Sánchez, presentó el pasado lunes en Sevilla el plan de actuaciones previsto en la autopista AP-4. Dotado con 277 millones de euros, contempla la construcción de un tercer carril, mejoras en varios enlaces y la rehabilitación de pavimentos. De ese total, 175 millones van a ir destinados a una primera fase del citado tercer carril, que abarcará el tramo entre Sevilla y Las Cabezas de San Juan.
El titular inevitable de aquel lunes fue: el tercer carril de la autopista no llegará a Jerez. Hubo hasta llamadas del Ministerio interesándose por el enfoque y la lectura que los medios de la provincia hacían de la noticia. No entendían que después de anunciar una inversión tan millonaria se le diera un enfoque negativo. En realidad, el enfoque equivocado no era el de la noticia, sino el de la propia convocatoria. La presentación del proyecto y los dineros tenía que haberse realizado en la provincia de Cádiz, no en la de Sevilla, ya que, a fin de cuentas, es esta provincia, la nuestra, la principal interesada en la mejora de las comunicaciones.
No solo falló la convocatoria, sino la perspectiva, ponerse en la piel del otro, en la de un territorio machacado durante décadas por la carencia de infraestructuras y por las promesas incumplidas de unos y otros gobiernos en todo ese mismo tiempo. Una provincia cuya única vía rápida de conexión con Sevilla era una autopista de peaje en vigor hasta casi antes de ayer, con una autovía Jerez-Antequera que se quedó hace casi veinte años en Arcos, con una A-4 que solo se desdobló entre Sevilla y Los Palacios, por no hablar de otras carreteras clave del interior de la provincia y, por supuesto, de la conexión ferroviaria, desde el Ave, que ni llega ni llegará, hasta la interminable espera de la modernización del tramo ferroviario de la Algeciras-Bobadilla. ¿Cómo quieren que lo enfoquemos de otra forma que no sea la del agravio?
Por eso mismo hubiese sido muy importante que esta presentación se hiciera en la provincia de Cádiz, para subrayar el compromiso y, en especial, dar las explicaciones concretas que quedaron en un segundo plano en un primer momento y que solo lograron alentar el rifirrafe político entre populares y socialistas. Entre otras cosas porque, a un lado la reacción inicial de mosqueo, tampoco parece tan descabellado el plan de empezar a intervenir por el tramo donde se vienen produciendo un día tras otro, y especialmente durante los meses de verano, los insoportables atascos en dirección a la provincia de Cádiz que sufren particulares, estudiantes y turistas.
Y en este caso, a tenor de las posiciones de un partido político y otro, mejor quedarse con una de las partes neutrales y más interesadas en que todo se ejecute con la mayor celeridad: el sector empresarial, representado por su presidente en la provincia, Javier Sánchez Rojas, quien este miércoles reconoció que “nos parece sensato que la obra empiece por donde se producen los atascos”, después de que los técnicos hayan garantizado que la mejor opción era la del tercer carril, y tras comprobar la notable reducción del tráfico por la A4, que ya no hace tan urgente su esperado desdoble hasta Jerez, aunque tampoco se renuncie al mismo en atención a los municipios por los que transita.
El PP ha hecho bien en reivindicar que ese tercer carril llegue desde un primer momento hasta Jerez y en recordar los agravios hacia la provincia, aunque también es cierto que el posicionamiento de la CEC les deja al borde del fuera de juego y el propio anuncio del Ministerio desequilibra su lucha contra la supuesta y temida reactivación del peaje en la AP4, que era el otro gran argumento esgrimido contra el Gobierno central en su desplante a la provincia.
El proceso, en cualquier caso, será lento; al menos seis años hasta que culminen las obras del tercer carril y hacer desaparecer los atascos en el acceso a la provincia de Cádiz a través de la autopista. Un tiempo precioso para ir avanzando igualmente en la erradicación de todos esos antecedentes que siguen penalizando a la provincia en materia de infraestructuras como si aquí nos bastara con vivir a base de sol y playa.