Mis padres votan aunque sea lo último que hagan en esta vida. Mis sobrinos pasan un kilo de las urnas. Hubo un tiempo en el que los primeros soñaron con poder ejercer el derecho al sufragio, y lo consiguieron; y los segundos han vivido del cuento electoral desde que nacieron. El target marca también en democracia. Más allá de la ilusión por la primera vez, existe una gran dimisión entre las nuevas generaciones para con el ejercicio de la democracia, reducido casi a introducir una papeleta en una urna cada cierto tiempo. Ahora se llama desafección. ¿Hacia la política, hacia los partidos o hacia los políticos? Más que del sistema, el descrédito parece estar en los actores y en las formaciones.
Mañana es el día de irreflexión ante los comicios locales y autonómicos (no en Andalucía) del 28M. Esa jornada en la que pocos meditan el voto, ya más que decidido tras quince interminables días de proclamas, y en la que nos deleitemos por televisión con las aficiones, gustos y preferencias de los alcaldables, conocemos sus mascotas y hasta su maña culinaria si la hubiera.
El domingo tenemos una importante cita con las urnas, y si alguien sigue sin apreciar el valor de cada voto, un puñado de sinvergüenzas de Melilla y Mojácar ya lo han tasado. No se me ocurre una mayor ofensa contra la democracia que el fraude y el engaño en unos comicios. El sistema ha funcionado, detectando la estafa. La cuestión es si hay garantía plena de que los mecanismos con los que cuenta el Estado de Derecho son capaces de descubrir todos los casos y en todas las localizaciones. Si el delincuente lo intenta, y a fe que lo ha hecho en reiteradas ocasiones ahora y en comicios pretéritos, es porque encuentra un resquicio para el ilícito. Por tanto, merece la pena que le demos una vueltecita a la Ley Electoral.
Más allá del enfangamiento en el que se ha visto envuelta la campaña, la fiesta de la democracia, ese tópico que vuelve una y otra vez, no puede ser deslegitimada. Estamos ante unos comicios con lectura local, evidentemente, pero también regional y nacional. Lo importante es saber quién será alcalde, pero también si el PSOE vuelve a ser hegemónico en Andalucía o se mantiene el efecto Moreno, si Ciudadanos desaparece definitivamente del mapa político y qué dicen estas locales, convertidas en una primera vuelta entre Sánchez y Feijóo.