Una intensa campaña que pedía clemencia por la supuesta discapacidad intelectual de la presa no logró impedir que las autoridades del centro correccional aplicaran la inyección letal a Lewis, la duodécima mujer ejecutada en el país desde que se restauró la pena de muerte, en 1976.
Lewis, de 41 años, fue ejecutada a las 9 de la noche hora local (01:00 GMT del viernes), como estaba previsto, tras pasar su último día en una celda sin ventanas, vigilada exclusivamente por mujeres, y reunirse con sus abogados, su hijo, su hija y su nieto de un año.
Una cena alta en calorías, compuesta por dos pechugas de pollo frito, guisantes con mantequilla, soda Dr. Pepper y tarta de chocolate alemana o pastel de manzana, fue su última voluntad, según los funcionarios de la prisión.
Lewis se encontraba en el corredor de la muerte desde 2003, cuando se declaró culpable de haber ordenado a dos hombres, uno de ellos su amante, que asesinaran a su marido y su hijastro, Julian y Charles Lewis, en 2002.
Sus abogados mantuvieron hasta el último momento que su coeficiente intelectual, de 72, rozaba el límite legal del retraso mental, situado en 70, lo que le impedía planear una estrategia asesina y la convertía en víctima de la manipulación de uno de los autores materiales del crimen.
Las casi 4.000 peticiones de indulto que llegaron en los últimos meses a la oficina del gobernador de Virginia, Robert McDonnell, procedentes en su mayoría de grupos de salud mental, pero también de representantes de la Unión Europea, no impidieron que el político rechazara revisar su condena.
Tampoco pudieron convencer a los miembros del Tribunal Supremo.