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Todos somos inteligentes

Existen muchos tipos de inteligencia que pueden habitar en nosotros y depende de nosotros encontrarla y desarrollarla

Publicado: 20/11/2023 ·
08:42
· Actualizado: 20/11/2023 · 08:42
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Habitualmente, cuando nos referimos al término “inteligencia”, lo asociamos a grandes eruditos, inventores, pensadores, premios nóbel,…genios en definitiva. Pero… ¿es una capacidad reservada sólo a algunas de estas mentes privilegiadas? Rotundamente no.

Este concepto engloba muchos aspectos y capacidades, y existen muchos tipos en función de esa habilidad especial que podamos aprender y desarrollar.

Existe una “inteligencia espacial” que permite crear construcciones, encontrar soluciones a problemas de ingeniería, e incluso ayudarnos a terminar una maqueta o un juguete de lego.

La “musical” cualifica para componer hermosas canciones o aprender los acordes de una melodía escuchándola una sola vez.

La “lingüística” permite hacernos uso de las palabras para crear poesía, relatos o expresarnos de forma exquisita.

La “lógico-matemática” para dominar algoritmos y operaciones numéricas.  

La “cinestésica” para tener habilidades en una práctica física, en el manejo corporal, ya sea extirpando en un quirófano una malformación cerebral o tallando una figurita de madera navideña.

Y existen muchos otros tipos de inteligencia que pueden habitar en nosotros, y depende de nosotros encontrarla y desarrollarla. Gracias a la “plasticidad” nuestro cerebro puede potenciarse, establecer nuevas conexiones y dotarnos de nuevas capacidades o desarrollar algunas preexistentes, y eso significa que podemos conseguir ser más inteligentes.

En este sentido, un reconocido estudio científico definió a los taxistas de Londres como extremadamente ágiles en tareas visuo-espaciales debido al desarrollo persistente durante años de una zona del cerebro, el hipocampo, al nutrirlo de forma constante de mapas con rutas de tráfico de las calles de la ciudad. Y como seres relacionales que somos no debemos olvidarnos de otro tipo de habilidad que también reside en unas zonas de nuestro órgano pensante, en la amígdala cerebral y el citado hipocampo, la inteligencia “emocional”. Esa  capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones,  para dirigir nuestra conducta hacia unos objetivos deseados, lograrlos y compartirlos. También podemos desarrollar esta capacidad de escucha, empatía, para prevenir o resolver conflictos. Las emociones “buenas”, y mantener actitud positiva, han demostrado que repercuten de forma beneficiosa en nuestra salud, disminuyen el riesgo de contraer diversas enfermedades o mejoran su pronóstico, como el cáncer, problemas cardiovasculares, o procesos inflamatorios de patologías sistémicas. También tienen efecto directo positivo en el entorno laboral y profesional. La alegría, la sorpresa, la curiosidad, .... ayudan a nuestro cerebro a aprender, nos hace más listos. En contrapartida, las emociones insanas, como el enfado, el stress, perjudican nuestro organismo, nuestra capacidad mentaly nos hacen más infelices.

Y ¿cómo podemos conseguir esta licenciatura emocional? Debemos confiar en nuestro potencial. El cerebro es capaz de desarrollar cualquier competencia si dedicamos tiempo y esfuerzo. Una actitud positiva nos facilitará desarrollar nuestras habilidades, incluso aquellas que aún no conocemos. Centra tu energía en sólo lo que depende de ti, en lo que se denomina tu “círculo de influencia”, ese pequeño mundo del que forman parte la familia, amigos, y compañeros, en lo que puedes interactuar y ayudarles a mejorar sus vidas.

Deja una “ventana mental” abierta a nuevas formas de ver las cosas, la nuestra no es la única realidad posible, y es ese mapa mental rígido que auto-construimos el que nos hace inflexibles y no nos permite avanzar. Y sí, es difícil, porque nuestro cerebro al nacer es una obra inacabada, pero dotado de herramientas para transformarnos, si tenemos la actitud necesaria,en aquello que deseamos ser.

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