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Hablillas

Escribir

Todos estamos enterados al mismo tiempo de cuanto acontece en la calle más próxima o en un poblado extraviado de difícil pronunciación

Publicado: 18/02/2024 ·
20:57
· Actualizado: 19/02/2024 · 10:37
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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El desayuno es el primer momento del día que termina de despertarnos para empezar la jornada, un momento breve o no tanto, pero tan personal que sabe mejor a solas mientras oímos el desperece a nuestro alrededor y baila humeando el último sorbo de café. Hubo un tiempo en que el roce de las hojas del periódico iba conformando el vuelo de este momento junto a las noticias de la jornada, una costumbre hoy muy extendida gracias al móvil. Todos estamos enterados al mismo tiempo de cuanto acontece en la calle más próxima o en un poblado extraviado de difícil pronunciación y, en medio de la noticia, rompiendo el ritmo narrativo de la columna virtual, aparecen los colores de la publicidad reclamando nuestra atención. Son tan llamativos que los ojos no pueden esquivarlos, sufriendo una especie de zamarreo que los obliga a pestañear.

Si nos fijamos, el tema cambia según la época. Sin embargo, desde hace unos meses todas las noticias -o una mayoría considerable- incluyen cursos, módulos y talleres de escritura, casi siempre después de una columna dedicada a esas listas de novelas de imperdible lectura. Son actividades dirigidas por escritores muy conocidos o por otros menos afamados a nivel popular, pero no menos versados en el oficio.

La pregunta es por qué hay tanta predilección por escribir, un trabajo -un error si lo llamamos afición- que no fue parido por la pandemia, sino que viene de mucho más atrás. Cultivamos las artes para encontrar un equilibrio emocional, si se quiere, romper con la rutina, descansar la vista y la mente entre colores y pinceles, telas e hilos, barro y agua, madera y gubia, papel y pluma. Estas tareas requieren paciencia y aportan serenidad a quien las desarrolla, si bien el papel y la pluma van quedando para los recordatorios en los post-it y las anotaciones breves pendientes de consulta desde que la pantalla y el teclado los sustituyen. El contacto con el papel no se perderá, como no se ha perdido el libro físico ante el digital, sólo se han aligerado el peso y el volumen.

El escritor de hoy, el menos conocido, tal vez, sienta ligereza por ser un referente, una prisa especial por definirse como escritor, porque cree o le ilusiona el futuro junto a otros nombres, que su título se incluya en una de esas listas de novelas aconsejables, en suma, sueña vivir de la literatura. Ojalá se cumplan sus ilusiones.
Otros, en cambio, escriben porque forma parte de su forma de ser. Por eso disfrutan de la alegría y el entusiasmo de saber que en un puñado de páginas son capaces de hacer el milagro de inventar lo que a la vida se le olvidó (Un calor tan cercano, Maruja Torres).

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