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El Salvador del mundo

 Llegó a Jaén un señor, de mediana edad, que se hospedó en uno de los hoteles de la ciudad

  • El Salvador del Mundo. -

 Llegó a Jaén un señor, de mediana edad, que se hospedó en uno de los hoteles de la ciudad. En recepción preguntó por un tal “abuelo Lucas”, que conoció a través de los relatos que aparecían en un periódico gratuito de la capital.

El joven que le atendió no supo darle información al respecto, pero se ofreció a mostrarle la ciudad. El señor misterioso tan solo tenía interés por conocer el cuadro El Salvador del mundo, que se encuentra en la Catedral.

Al día siguiente, el empleado del hotel, acompaña a Juan, nombre de este señor, hasta la capilla de San Benito, donde está colgado el citado cuadro, sabe que allí yacen los restos mortales del Obispo Fray Benito Marín.

Previamente, pasan por taquilla y el señor misterioso saca diez euros del bolsillo para comprar una entrada. Seguidamente, el muchacho hace lo mismo para obtener su pase a la Catedral. Juan se sorprende, ¿los de Jaén pagan?. El chico asiente con la cabeza. No lo entiende el forastero. Paga también la entrada del recepcionista del hotel.

Acceden a la Seo. Toman el pasillo de la derecha, donde encuentran varias capillas antes de llegar a la que aloja el cuadro con el rostro de Cristo. Es la última, antes de llegar a la del Santo Rostro.

Juan toca, con cierto nerviosismo, las barras de hierro de la puerta de entrada. Gira su cabeza a la izquierda en busca de la mirada del lienzo. Coge del bolsillo una cámara de fotos. La configura para que no salga el flash. Realiza varias instantáneas, pero ninguna de ellas le convence.

El joven, que lo observa en la distancia, le pide que le relate la historia de esa tabla, porque hace tiempo alguien le había narrado algo sobre un cuadro del rostro de Jesús que había enviado el propio mesías al rey Abgaro de Mesenia para curarle una enfermedad. Cuando recibió el lienzo obró el milagro…

- ¡Efectivamente, efectivamente¡, -alzó la voz Juan- que miró a su alrededor por si alguien se había percatado de su imprudencia.

Parece ser que ese cuadro, con el verdadero rostro de Jesucristo, es el que tenemos delante de nuestros ojos, - bajando su tono Juan-. Insistía en el hallazgo, que ya se mencionó en el Santo Grial.

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