El despótico capítulo protagonizado por Miguel Ángel Rodríguez, intentando intimidar a periodistas de eldiario.es y El País durante su trabajo de investigación en torno al caso del escándalo protagonizado por la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es un intolerable ataque a las libertades de prensa y expresión, además de una torpeza de bulto que le impide seguir en el ejercicio de sus actuales responsabilidades en la institución capitalina.
El desacierto del jefe de gabinete de la presidencia madrileña ha puesto de acuerdo a asociaciones profesionales de toda España y a los medios de comunicación que basan el ejercicio de su desempeño en el rigor, la decencia, la honestidad y la veracidad. Periódicos con principios editoriales antagónicos coincidieron ayer -con matices- en que no es tolerable el acoso, las injerencias y las amenazas que viene sufriendo la prensa aunque nada comparable a lo ocurrido esta semana en la Comunidad de Madrid.
Los periodistas, el colectivo profesional menos solidario de todos los oficios que conozco, han mirado hacia otro lado cuando la presión del poder político ha afectado a otros. El oficio está tan polarizado que, si el ataque contra la libertad de prensa concierne a los de enfrente, el mal parece ajeno y no lo es. Vox ha vetado a alguno de los medios de comunicación más importante del país y no ha pasado nada.
Las presiones del entorno político, las conocidas y las ocultas que no conoce la opinión pública, deben ser desterradas de la relación entre el administrador y el medio de comunicación pero eso sería una especie de utópica Arcadia feliz. Es hora de que el periodista, con el apoyo de su empresa editora, asociaciones de la prensa y otros colectivos sociales defienda el ejercicio de su profesión cuando éste es plural, honesto y busca la veracidad de la noticia. La libertad de los medios de comunicación, basada en el control y equilibrio de los poderes del Estado, es una parte esencial de la democracia. Y, para que consigan ser independientes ante las presiones gubernamentales, también deben tener una fuente de financiación estable. Conviene no olvidarlo.
Harina de otro costal son algunos canales de comunicación, que han crecido como champiñones al albur de las nuevas tecnologías que buscan desestabilizar, crear o difundir bulos a sabiendas de que lo son.