La hablilla no puede resistirse a dejarla pasar sin mencionarla, a pesar de llevar haciéndolo desde que, en dos mil uno empezaron a correr los renglones por este espacio. Menuda escalera si pudieran ponerse uno detrás del otro, hacia arriba, hacia delante, con las palabras acompasadas caminando hacia el futuro, dejando atrás, peldaño a peldaño, la fugacidad del presente.
Con la Feria del libro hemos vivido momentos brillantes, otros inciertos. Sin embargo, la ilusión ha estado siempre por encima de las críticas ácidas e incluso crueles de un círculo que, por fortuna, va empequeñeciéndose año tras año. Los hechos y la distancia recorrida desde ese entonces lejano han contribuido a una nula atención a ellas con ganancia de tiempo para pasear y curiosear por los estands, charlar con el librero, hacer cola para tener la firma de un autor, vencer el pudor y comentarle un trabajo anterior o ese dato que intriga en la sinopsis, leer la dedicatoria tras la despedida, contemplando su letra mientras nos alejamos. Sin duda, la ubicación ha renovado y enriquecido este ambiente que esperamos con afán al llegar junio y sus tardes frescachonas por las que el calor va y viene como las olas.
Durante una semana, nuestra Plaza del Rey atardece entre murmullos, presentaciones, charlas y gente comprando libros, público atento y niños sentados sobre la alfombra verde hojeando un ejemplar, señalando las ilustraciones, empezando a leer a su manera, comenzando una aventura imparable. Una postal emocionante, llena de futuro que contemplamos con agrado, padres y madres sentados con sus hijos, oyéndolos imaginar sin apartar los ojos de la página, chiquitines en la silla de paseo haciendo palotes en un libro infantil con un rotulador que no mancha, a los que no distrae una parada imprevista o el giro al esquivar un grupo.
Esta semana pasada la Plaza del Rey ha sido un jardín de libros con espacios definidos, donde disfrutar del reencuentro con una tertulia improvisada sin dejar de atender el programa establecido de la tarde, donde hemos comprobado que la lectura forma parte de nosotros. Una semana que se ha cerrado con un fenómeno fan, oportuno y sorprendente para cuantos nos hemos acercado a despedir la feria que nos dejaba el primer día de verano, pensando en cuántos nos quedan por delante para vivirlos con los libros, sin reparar en el calor, en la arena de la playa, en la mosca que espantamos, en las sacudidas del viento, en el tráfico rodado, porque es afán de estar en todas partes, en soledad (J.R. Jiménez). La hablilla ya está tranquila.