La baja cuantía de la indemnización se debe a que el Tribunal no considera probado que el “cuerpo extraño” que le había sido detectado en su interior le causara ninguna enfermedad.
La indemnización deberá ser abonada por el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa) de Melilla, ya que fue en el hospital de la Cruz Roja de la Ciudad Autónoma donde, en 1973, fue sometido a la operación en la que los médicos le dejaron por olvido una gasa en el interior de su estómago.
El demandante solicitaba 600.000 euros por daños materiales y morales, pero los jueces no creen probado que todos los padecimientos que ha sufrido durante tres décadas tengan relación con aquel olvido.
El calvario para este enfermo comenzó a principios de la década de los setenta y finalizó el 2 de noviembre de 2005, cuando ya habían transcurrido 32 años. Ese día Enrique G.G. volvió a entrar en el quirófano.
Tras multitud de padecimientos, se le había detectado un cáncer de estómago, por el que iba a ser intervenido en el hospital Punta Europa de Algeciras. La cirujana del centro algecireño comprobó entonces que su enfermedad no se debía a ningún tipo de tumor.
Por contra, los médicos intervinientes localizaron en el quirófano del hospital Punta Europa la gasa que, 32 años antes, había sido olvidada por un facultativo en el estómago del paciente, provocándole un sinfín de padecimientos.
Desde 1973, Enrique G.G. había tenido alojada una compresa “en la unión esófago-cardial fistulizando el estómago a nivel de fundus postero-superior”, según declaró durante el jucio la doctora Salas, que le intervino en 2005 en el hospital Punta Europa.
Intervenciones
En todo ese tiempo, el paciente había sufrido una sucesión constante de complicaciones que le habían llevado en multitud de ocasiones al hospital. Sin embargo, la Audiencia Nacional, así como el Tribunal Supremo, no han considerado probado que sus constantes padecimientos hayan sido causados por aquella gasa.
Enrique G.G. tuvo que ser intervenido cuatro años después, en 1977, en el Hospital Municipal de Algeciras de Bocio Bassedow. Más tarde, en 1989 volvió a la mesa de operaciones al serle diagnosticado de colelitiasis y síndrome postvaguectomia. Ese mismo año, en octubre, tuvo que ser intervenido otra vez, en esta ocasión de “colelitiasis en resecado gástrico con asa aferente larga”.
En todo ese tiempo venía sufriendo “procesos febriles y virales, a veces, como procesos catarrales, y otras de forma inespecífica, como procesos virales”, según el informe médico.
Pero octubre de 1989 no fue la última fecha en la que Enrique G. fue ingresado. En 1992 tuvo que ser hospitalizado al detectársele en una ecografía “un coledoco dilatado de un calibre de 91mm; hepatomegalia homogénea con vena porta dilatada”, siempre según la sentencia del la Audiencia Nacional, posteriormente confirmada por el Tribunal Supremo.
Un año después, en 1993, tuvo que ser intervenido de fisura anal y hemorroides. Y cinco años más tarde, el 18 de junio de 1998, fue hospitalizado de urgencias “con diagnóstico de paresia motora general”. Y continuaron los ingresos en 2004. En los meses de enero y marzo de ese año fue atendido por el Servicio de Endocrinología.
En todo ese tiempo nadie sospechó que en el interior de su cuerpo llevaba una gasa extraviada durante una intervención quirúrgica practicada en 1973. El olvido pasó desapercibido hasta el 2 de noviembre de 2005, cuando fue operado por la doctora Sonia Salas en el hospital Punta Europa.
Ese día se le extrajo “un granuloma, cuerpo extraño retro-gástrico (compresa)”, según el informe médico de la cirujana del Hospital Punta Europa de Algeciras. La doctora explicó durante el juicio que “la compresa encontrada y por el lugar donde la misma apareció, necesariamente debió quedar allí por olvido, en una intervención quirúrgica de ulcus duodenal”.
Y, preguntada, si según su saber profesional, las enfermedades del aparato digestivo, así como los vómitos, diarreas y accesos febriles padecido por el paciente con gran frecuencia a lo largo de los años pudieran tener una relación directa con el cuerpo extraño dejado por olvido en el interior del organismo, la cirujana contestó que “podría ser”.