El coreógrafo (Malmo, 1945) hizo historia en la danza cuando en 1982 reinterpretó con una versión nada romántica y con un lenguaje del movimiento y una narración insólita un clásico como "Giselle" (1841).
Un cuarto de siglo después, Ek aceptó el reto de coreografiar para el muy venerable y clásico Ballet Real de Suecia (1773) una obra con música de Brahms, "Rattika", una de las dos piezas que bailará esa formación en su "excepcional" gira por España, iniciada anoche en los Teatros del Canal de Madrid.
"Fue un reto absoluto porque aunque vivimos en la misma ciudad -Estocolmo- no había colaborado nunca antes con ellos ni su trabajo de repertorio es algo que yo siga pero es que, además, ha sido un desafío usar una música como la de Brahms", asegura en una entrevista con Efe.
Lo cierto es que Ek "jamás" habría encontrado inspiración en esa música, el concierto de violín op.77, si no se lo hubiera oído a Anne Sophie-Mutter: "con su increíble precisión ha conseguido una gran libertad interpretativa y, como decía Bejart, no hay libertad artística sin precisión".
Ha querido acompañar en el estreno de esta gira al Ballet Real sueco -de Madrid irán a Gijón, Pamplona, Valladolid, San Sebastián y Bilbao- a pesar de que, confiesa, no lo pasa bien cuando ve sus coreografías representadas.
"Es un momento siempre muy estresante. Desgraciadamente -bromea- me doy cuenta de que la mayor parte de lo que hice estaba mal. Bueno -concede- también noto lo que está bien".
Nunca ha visto a ninguna compañía bailar "perfectamente" lo que ha creado pero es que, y vuelve a reirse, "la perfección no existe: si las cosas están vivas siempre habrá sorpresas. La alegría es cuando los bailarines hacen las cosas a su manera pero utilizando los rasgos que el coreógrafo ha aportado".
"Es -añade- muy saludable ver tus coreografías aunque sólo sea por todo lo que puedes aprender de ti mismo, lo que has hecho, lo que podrías haber hecho; esa brecha entre la ambición y el resultado".
Ek, hijo de la fundadora del Ballet Cullberg, no tenía a pesar del entorno, o quizá por ello, mucho interés en ser bailarín. Le gustaba mucho más el teatro y el cine y, de hecho, llegó a ser asistente de Ingmar Bergman en una de sus películas, pero descubrió que la danza tenía también "mucho interés".
Se enroló con 28 años en el Cullberg, donde aprendió con Maurice Béjart y Jirí Kylián, y, a partir de 1976, comenzó a coreografiar hasta llegar a ser su director artístico entre 1982 y 1993, un periodo en el que hizo revisiones de clásicos como "El lago de los cisnes" o "Carmen" al tiempo que creaba piezas siempre caracterizadas por la narración y el humor.
Cree que la danza tiene muchas cosas aún por hacer aunque, precisa, "la mayoría no pervivirán, lo mismo que ocurría hace 50 años".
El artista, que creó en 2005 para la Compañía Nacional de Danza (CND) "Alluminium", no quiere especular sobre la posibilidad de hacer algo de nuevo para ella cuando José Carlos Martínez, "un hombre muy prudente y de excelente formación", se haga cargo de la dirección.
"No puedo decir ahora nada. Cuando vea el resultado de la compañía -que debe asumir también repertorio clásico- podemos empezar a discutir", apostilla.
Ek, que se inspira casi en cualquier cosa, de una noticia a un sueño, ya está trabajando en una nueva coreografía pero no quiere decir nada antes de conseguir algún resultado.
Lo que sí tiene previsto es hacer mucho teatro y ópera, como por ejemplo una producción dedicada a Strindberg en Estocolmo o participar en julio en una gala protagonizada por Sylvie Guillem junto a los también "mitos" de la coreografía Jiri Kylian y William Forsythe.