En medio de una crisis política y social que ha sacudido los últimos días, las feministas nos encontramos ante una encrucijada inevitable. El machismo, lejos de estar confinado a ciertas ideologías, ha dejado su huella también dentro de un partido de izquierda. Este hecho, aunque no nos sorprenda, nos impulsa a recordar, con firmeza, que el machismo no es patrimonio exclusivo de un color político, sino una estructura que permea todos los espacios, infiltrándose en las instituciones y organizaciones, sin importar su supuesta afinidad progresista.
Mientras la derecha y la extrema derecha aprovechan para atacar al feminismo con discursos cargados de cinismo, su resistencia frente a los avances de las mujeres deja claro que no desaprovechan ninguna oportunidad para desprestigiarnos. Sus discursos predecibles vuelven a resonar: “¿Qué dirán ahora las feministas?”, “¿Van a denunciar a sus propios compañeros?”. En este mar de opiniones y críticas, a menudo interesadas, se nos señala y se nos criminaliza nuevamente, en un intento de socavar nuestras voces.
Pero la verdadera incoherencia radica en pensar que el machismo no podría existir en la izquierda. El patriarcado no se detiene ante las fronteras ideológicas, y las feministas lo sabemos bien. Hemos denunciado sin descanso que el machismo es un sistema de poder que opera en todos los ámbitos, independientemente de la ideología dominante. No podemos permitir que la sociedad siga creyendo que existen espacios “intactos” y ajenos a estas dinámicas opresivas. La lucha feminista es transversal y no hace distinciones, porque el machismo no conoce límites ni barreras partidistas.
No nos encontrarán inactivas ni calladas. Nos mantenemos al margen del machismo, preparadas para combatirlo, venga de donde venga. No toleramos, ni toleraremos, que la violencia machista se perpetúe en nuestros entornos, mucho menos entre quienes se autoproclaman aliados. Seguimos organizadas y nuestra postura es firme: apoyar a las víctimas, visibilizar a los agresores y no permitir que la impunidad se normalice en nuestros espacios. Porque, como siempre decimos, cuando tocan a una, nos tocan a todas, y juntas seguiremos respondiendo.
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