El Directorio Nacional de Seguridad (NDS), la principal agencia de inteligencia afgana, aseguró esta semana que en los últimos tiempos "se ha registrado un incremento en el número de ataques" contra altos responsables del Gobierno afgano y otras instituciones, algo que atribuyó a una nueva táctica de la insurgencia.
"Los cargos oficiales han adoptado rígidas medidas de seguridad, se les está facilitando protección. Los líderes tribales y otras figuras influyentes de áreas remotas también pueden obtener asistencia", dijo el pasado miércoles el portavoz del NDS, Lutfulá Mashal, en una rueda de prensa en Kabul.
Algunas de las dianas de perfil alto más recientes han sido los máximos responsables policiales de las ciudades meridional de Kandahar y septentrional de Kunduz o el jefe de este cuerpo en el norte del país, este último fallecido en un ataque hace cuatro días en la residencia del gobernador de la provincia de Takhar.
Según Mashal, las autoridades han abortado además un gran número de acciones que tenían como objetivo destacadas personalidades.
"Estamos en una guerra. Los enemigos emplean nuevas tácticas y estrategias, por lo que nosotros también sentimos la necesidad de hacer lo mismo contra ellos", manifestó hoy a Efe el portavoz talibán Zabiulá Muyahid.
La fuente expuso que el giro forma parte de la ofensiva de "Badar" que los talibanes lanzaron a finales de marzo al calor del comienzo de la primavera, cuando tradicionalmente se recrudecen los combates en Afganistán.
Muyahid aseguró que un punto fundamental de la estrategia pasa por el asesinato de oficiales "corruptos", a los que acusó de ser "la razón principal" del conflicto y de permitir la invasión de las fuerzas extranjeras.
Desde la invasión de EEUU y la caída del régimen talibán en 2001, los insurgentes han recurrido principalmente a las bombas camineras y los atentados suicidas para hostigar a las fuerzas de seguridad, aunque entre sus métodos también se encuentran los asesinatos selectivos, secuestros o ataques múltiples.
El año pasado, con 711 víctimas mortales, fue el más sangriento para la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) de la OTAN, y también para la población civil, con 2.777 fallecidos, la mayoría a cargo de los insurgentes, según la ONU.
La ISAF comienza el próximo julio a retirarse de Afganistán y a traspasar gradualmente la responsabilidad de la seguridad en algunas zonas a las fuerzas afganas, un proceso que concluirá en 2014 si se cumple con los plazos previstos.
"Con la retirada de las tropas extranjeras las actividades de los talibanes ganarán fuerza y sentirán que pueden conseguir la victoria, pero no creo que estén cambiando de estrategia por este motivo", advirtió el analista afgano Ahmad Sayedi.
Sayedi sostuvo a Efe que el conflicto en el país centroasiático es una "guerra de guerrillas" por lo que argumentó que las "tácticas de combate no deberían ser siempre iguales", pues de lo contrario -dijo- "el oponente se apercibe de ello".
"Sus tácticas no cambian, simplemente son flexibles. Todo vale para conseguir la meta", mantuvo el comentarista político Daud Sultanzoy, que agregó que los últimos ataques talibanes muestran una tónica por golpear "objetivos visibles" y "maximizar el efecto psicológico".
Un portavoz de la ISAF alegó a Efe por su parte que los insurgentes sólo están "desesperados y esperando a lanzar ataques indiscriminados".
"Como les sometimos a una gran presión en las operaciones lanzadas en el invierno, ahora tratan de demostrarse a sí mismos que tienen fortaleza", sentenció la fuente.