“Claro que se nota, si no lo tuviéramos la gante ni se sentaría”, explica Pablo, encargado del Ciudad Condal, un pequeño café de la Alameda que al principio del verano instaló el sistema. Tan sólo a simple vista se puede comprobar que, respecto a años anteriores, el número de terrazas que han instalado la pulverización de agua como sistema de refrigeración ha aumentado considerablemente.
El sistema no es precisamente novedoso. Ya fue uno de los elementos más llamativos y característicos durante la Expo´92. La actual bola gigante instalada en la avenida de Marie Curie fue en su día una gigantesca bola bioclimática que utilizaba la denominado refrigeración evaporativa.
Pero desde 1992 el sistema se ha mejorado y también se ha abaratado en gran medida. Su precio puede variar desde los 600 euros de un modelo doméstico hasta los 6.000 de otro para bajar la temperatura en grandes lugares, como bodegas o industria. Los que se suelen colocar en toldos de bares y sombrillas suele rondar los tres mil euros.
Estos sistemas de nebulización, ese es su nombre más técnico, lo que hacen básicamente es empujar el agua refrigerada con una bomba de alta presión a través de unos inyectores. Según Antonio González, instalador de este sistema, explica que la bomba es la encargada de de subir la presión a más de 100 bares y son los inyectores, por donde vemos que sale el agua, los que la convierten en micropartículas que rápidamente se evaporan. Así se evita que mojen.
La instalación es sencilla. Tan solo habrá que colocar las salidas a una altura de unos dos metros. “Más bajos podrían mojar y a más altura su efecto se minimiza”, según González. Otras de las ventajas es que reduce el polvo en ambientes secos, algo que los alérgicos agradecerán. También se programan dependiendo de las necesidades: a más calor, más tiempo de pulverizado.
Otro sistema utilizado en otras terrazas es similar a la de un gran ventilador que tiene los pulverizadores justo delante de las aspas. No necesitan instalación previa.
Los clientes están encantados. “Parece que no pero se nota, aunque la verdad”, según explica Noemí mientras se bebe un café con hielo. “A mi no me gusta ponerme debajo cuando tengo el pelo alisado porque se me encrespa”, asegura María.