Con un jolgorio de “crucecitas, reliquias y herencias” al cuello, el único “extravío” a la austeridad que la caracteriza, Mayte Martín reivindica su “tran tran”, su forma, “muy tranquila”, de vivir en su “hábitat” y viajar lo menos posible, aunque, y habrá que creerla, también le guste conectar con el público que espera sus “advenimientos”. Sólo por eso, dice, ha aceptado volver a los Veranos de la Villa, en los que el año pasado dio un concierto con su último disco, Al cantar a Manuel, dedicado al poeta Manuel Alcántara.
El repertorio será de flamenco clásico, acompañada sólo por la guitarra, con “estaciones” en los palos más “líricos”, es decir guajiras, vidalitas o granaínas, en las que puede moldear más a su gusto la “melancolía” que lleva “siempre dentro”.