Los pasos dobles, segunda película española en concurso y segunda incursión de Lacuesta en la competición donostiarra tras Los condenados, tuvo una acogida gélida por parte de la prensa con su duplicidad de personalidades, de mitos y de artes propuesta por un director, pese a todo, siempre interesante.
Parte de un díptico que completa el documental El cuaderno de barro, que se proyecta en Zabaltegi, este filme de ficción indaga, guiado de la mano del artista mallorquín Miquel Barceló, en la figura del pintor y escritor francés François Augiéras, quien cubrió de pinturas un búnker militar en el desierto y lo enterró en la arena para que alguien lo destapara en el siglo XXI.
Como lleva haciendo Lacuesta desde Cravan vs. Cravan, los caminos comienzan a difuminarse y el cine a colindar con la observación, la experiencia y la poética, aunque en esta ocasión no haya calado en la audiencia. “La duplicidad es una forma de cambiar de estilo sobre la marcha, porque eso hace que las cosas cobren una intensidad mayor”, ha reconocido en rueda de prensa.
Algo tenso por las reacciones más hostiles, ha justificado su opción por lo críptico. “Las películas imperfectas me gustan, es algo que me satisface. Hemos utilizado la metáfora de las termitas para hacer algo con huecos en medio, en la que no hubiera explicaciones”, ha explicado Lacuesta, que recorre con su cámara el cromatismo maliense de la misma manera que Barceló lo integra en su obra.
Por su parte, mucho más desenfadado, el pintor y ahora actor ha ironizado sobre las preguntas de los periodistas y la deserción de algunos de los concurrentes: “Los críticos de cine son peores que los de arte. Los de cine se van”.
No dobles, sino triples, son los pasos que llevan a la naturaleza más cruda del amor, casi sinónimo de insatisfacción.