En su declaración ante el tribunal, los acusados Juan Manuel L.D. y Cristian M.D., entonces de 18 y 19 años y dedicados a la prostitución homosexual, han declarado que el sacerdote Ernesto M.L., de 65 años, los había acogido días atrás en su casa, por lo que el primero de ellos, "como agradecimiento", mantuvo con él relaciones sexuales en diferentes ocasiones.
La noche del 6 de octubre de 2010, ambos accedieron a mantener de nuevo relaciones sexuales en la cama del sacerdote y fue el mismo fallecido quien se puso la almohada en la cara "por placer o para no vernos las caras", según ha declarado Juan Manuel L.D.
Unos diez minutos después, el sacerdote empezó a temblar y el acusado creyó que se trataba de excitación sexual, por lo que ambos continuaron ya que la víctima no pidió auxilio ni que cesaran en su actividad, según ha declarado.
Pese al testimonio de los forenses de que la muerte por asfixia no pudo producirse sin que alguien presionara la almohada contra la cara de la víctima, Juan Manuel L.D. ha asegurado que ninguno de los dos lo hizo porque él mismo le estaba sujetando los brazos "para que se sintiera indefenso" mientras su amigo le hacía una felación.
Cuando se percataron de que el sacerdote no se movía, los acusados creyeron que se había desmayado, por lo que le ataron de pies y manos "para que no les riñera si se despertaba" mientras ellos recogían sus pertenencias de la vivienda situada en la calle Jesús del Gran Poder de Sevilla.
Los jóvenes han reconocido que se llevaron varios objetos del fallecido pero han explicado que no los robaron sino que la ropa, una cámara y una maquinilla de afeitar se las había regalado el sacerdote y tomaron su ordenador portátil para que posteriormente no los localizaran mediante las conversaciones mantenidas.
Antes de salir de la casa desataron al sacerdote pero no recuerdan si lo colocaron con la mano sobre sus genitales para aparentar una muerte natural, como de hecho ocurrió pues los servicios de emergencia certificaron un infarto y el fallecido fue incinerado.
Los dos sospechosos no fueron detenidos hasta unos días después, cuando Juan Manuel confesó el crimen a un amigo residente en Guadalajara, Isaac S.E., que hoy no ha podido comparecer como testigo al no haber sido localizado.
Juan Manuel ha asegurado que lo único que reconoció es que "un hombre se les había muerto en el sexo" y ha atribuido la denuncia de Isaac ante la Policía porque estaba enamorado de él y tenía celos.
La Fiscalía ha mantenido su petición de 17 años de cárcel por asesinato y uno por robo y ha destacado que los dos acusados, sin haberse puesto en contacto antes de ser detenidos, reconocieron a la Policía que "planearon dar muerte" al sacerdote porque había decidido echarlos de su casa y dieron una versión "plenamente coincidente en el episodio central".
Los jóvenes han atribuido su confesión a que entonces eran "muy inconscientes" y "sobre ellos pesaba la responsabilidad moral" de que el sacerdote había muerto mientras mantenía relaciones con ellos.