La sentencia condena a la propietaria de la ludoteca por cuatro delitos contra la integridad moral, dos faltas de vejaciones y otras dos de maltrato, por lo que también la obliga a pagar una multa de 600 euros y a indemnizar a uno de los niños con 1.000.
Además, por los malos tratos a los alumnos, ocurridos en 2006, el juzgado ha inhabilitado a la condenada durante dos años para ejercer cualquier actividad profesional relacionada con el cuidado de niños.
El juez considera probado en su sentencia que Saray Orihuela, que estaba “desbordada por el trabajo”, trató a los niños de modo inadecuado para su edad, adoptando “conductas agresivas y de desprecio” hacia los menores, como chillarles, castigarles encerrándoles en una habitación a oscuras y forzándoles a comer.
El caso se destapó en el año 2006, después de que una empleada de la ludoteca denunciara a la dueña del centro infantil tras grabar los malos tratos que infligía a los niños con unas cámaras de vídeo que camufló en el centro infantil.
Según cree probado la sentencia, en una ocasión la acusada, que tuvo a veinte pequeños a su cargo, agarró fuertemente por las orejas a uno de sus alumnos hasta levantarlo del suelo unos 30 centímetros, mientras le decía “me cago en tu padre”.
A cinco de los niños, añade el fallo, los encerró a solas durante cerca de media hora en la habitación donde se guardaban las sillas de paseo, en un cuarto poco iluminado de la ludoteca y hasta en el lavabo, a oscuras, a sabiendas de que los niños estaban “asustados y llorando”, lo que causó un gran desasosiego a los menores.
A la cuidadora se le imputa también haber dicho a uno de los niños, menor de tres años, con ánimo de menosprecio, la frase “te voy a dar una hostia que se te van a quitar las ganas de gritar”.
Son precisamente los encierros lo que más castiga la sentencia, por considerarlos delitos contra la integridad moral, dado que los peritos que declararon en el juicio aseguraron que ese castigo era excesivo, porque un niño de dos años no debería ser apartado de su grupo más de dos minutos, y nunca encerrado.
“La nota de gravedad del encierro es por la escasa edad de los menores, lo que les coloca en clara situación de desprotección y desamparo, máxime cuando la persona que les encierra es precisamente la persona encargada de su cuidado (...)”, prosigue el fallo.
A raíz de ese encierro, uno de los menores presentaba, a juicio de los peritos, síntomas de estrés postraumático, por lo que deberá ser indemnizado por la procesada.
En su juego, el pequeño representaba a los niños castigados como “malos” e identificaba al agresor adulto “con ira y brusquedad en el gesto”, lo que llevó a los psicólogos a la conclusión de que el niño podría haber vivido “castigos excesivos o presenciado escenas de violencia” en el aula.
En su declaración en el juicio, la procesada admitió haber alzado la voz en algunos momentos a sus alumnos, como cuando se estaban pegando, y reconoció haber dicho que con los niños “hay que ser un poco nazi”, aunque no con el sentido literal de la expresión.