Se habla mucho de valores, una sociedad de valores, gente de valores, programas políticos con valores, educación en valores, el valor de la palabra. Bien, bien. Pero ¿qué tipo de valores?
Valores actuales como la pretendida juventud que siempre, mira tú por dónde, termina pasando y nadie la atrapa. La inteligencia (en el sentido práctico que nos lleva al éxito profesional) con la que consigues ser menos tonto que el otro. Y el coche, valor de los valores, que nos da un escaparate móvil ante los demás, reflejo inflado de lo que ganas o desearías ganar. La estética sacada de quicio, valor que enmascara nuestro auténtico ser.
Una paciente maestra se me queja en la consulta: ¡¡no hay valores para educar!! ¿dónde están los valores? Los valores de la civilización occidental que por poner un caso arrojan 35.000 suicidios anuales en Japón, paradigma de progreso y modernidad.
El valor debe ser algo que siempre vale lo mismo, que no está sujeto a la moda. El valor debe ser algo verdadero, no escurridizo.
Miguel Delibes recibe en junio 06 un premio (Vocento) a los Valores Humanos, preguntado dice: “Antaño el mero hecho de nacer de una mujer ya nos hacía portadores de estos valores, ¿ocurre hoy lo mismo? Desgraciadamente creo que no, el hombre se empequeñece y porta hoy muy pocos valores, a veces, ninguno”.
Al fin y al cabo, valor es número, dígito, es contar manzanas o peras. El tema está en qué es lo que contamos: no es lo mismo contar manzanas lozanas que manzanas podridas. ¿Ha caducado la era de los valores?
Qué capacidad tiene la persona para disfrazar la vanidad de glamour, la lujuria de romance, el egoísmo de necesidad.
En la tienda oficial del Cádiz CF mientras compro una camiseta y espero que la serigrafíen con el nombre de Fleurquin, un niño de 12 años pretende que le den un pin con el escudo del Cádiz. El empleado le dice que valen 2,95 euros y el niño ante la atenta mirada de su madre (que se hace la distraída) ve como coge uno de los pins de la bandeja. Dándome cuenta de toda la escena que la observo con intensidad de director de cine, le digo al niño en voz alta: “Ese pin tienes que soltarlo salvo que pagues 3 euros”. En vez de un pin recibió un pon. Esta es la formación en valores que se ha extendido en España. Y la madre no le decía ni pin ni pon.
Niztche perseguía la transvaloración de todos los valores y algunos creen que se ha conseguido. Pero veo esos valores latir en las personas aunque a veces se resistan a reconocerlos. ¿Qué dise, való?