Puntual. Seis y cuarto de la tarde cuando la Cruz de Guía de las Tres Caídas salía de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. El Polvorín era explosión cofrade. Tras ella, la imagen del castigo de Cristo representado con la sincronía, esfuerzo y talento de unos costaleros que se lucen cuando en sus hombros pasean por las calles de Huelva a Jesús de las Penas. Tras ellos, la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Huelva. Entre ellos, comunicación cofrade. Paso mecido a compás... Talento, esfuerzo y sentir cofrade. Paso lento, pero firme para que tome sentido la alegoría artística que el maestro León Ortega ideara en 1945. Jesús de las Penas avanza...
Tras él, María Santísima del Amor. Símbolo del sufrimiento de una madre, la imagen es mecida al paso de la música cofrade de la Banda de Música de Nuestra Señora del Rosario, de la localidad sevillana Sanlúcar la Mayor.
Los pasos pasean por Huelva, cumpliendo con la tradición más artística de la Semana Santa, ante la atenta mirada de miles de devotos que siguieron a esta Hermandad por todo su itinerario.
La luz de la tarde primaveral se fue tornando en el regazo de la noche onubense. La Carrera Oficial ya quedó atrás...Llega la Cuesta del Cristo de las Tres Caídas. Allí, la identidad de la Hermandad tiene que ser reivindicada, porque allí está el lugar que ha hecho grande el desfile procesional de la Tres Caídas: Misterio y Palio suben de una sola chicotá la empinada cuesta; las marchas procesionales suenan una tras otra; el esfuerzo se multiplica a la misma velocidad de la creación. Las Tres Caídas ha vuelto a hacerlo ante la atenta mirada de miles de personas conscientes de la plasticidad de un momento grande. El arte cofrade en su máxima expresión. Ya queda cerca el Templo, lugar al que llegaron pasadas las dos de la madrugada de un Lunes Santo en el que, una vez más, Las Tres Caídas dio una nueva lección de cómo en la Semana Santa el arte está al servicio del mensaje, la alegoría y el símbolo del sentir cristiano.