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Sábado 23/11/2024
 
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Los horrores de los \'niños soldado\' en la guerra de República Centroafricana

Los niños cuentan los motivos que les llevaron a participar con los grupos armados

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  • NIÑOS SOLDADO -

Desde que comenzara la guerra civil en la República Centroafricana, entre 6.000 y 10.000 menores se han visto obligados a convertirse en 'niños soldado', según Save the Children. Algunos, tras haber sido secuestrados y sometidos a constantes abusos, maltrato físico y psicológico. Otros, para poder sobrevivir y alimentarse en medio de un conflicto que usa a los niños para situarlos en primera línea de los enfrentamientos.

   En diciembre de 2012, el grupo armado Séléka desató la violencia en el país, una serie de acontecimientos, asesinatos y pueblos arrasados que culminaron con el golpe de Estado de marzo de 2013. en diciembre de ese mismo año, nació el grupo 'antibalaka' que tomaron las armas en busca de venganza.

   En medio de este ambiente, la organización internacional ha recogido los testimonios y experiencias de aquellos que han pasado de ser niños, a ser combatientes.

JULES, 12 AÑOS

   Jules ha tenido una infancia difícil desde el primer momento. Después de tener que someterse a varias operaciones siendo muy pequeño, se vio obligado a marcharse con su hermano mayor a otra población para que éste buscase trabajo ante la precariedad que soportaba su familia.

   Poco después, el grupo armado Séléka atacó su pueblo matando a su hermano y único protector. Como respuesta, Jules se unió a un grupo 'antibalaka', movimiento rival del Séléka, para vengar a su hermano.

   Recientemente, la madre de Jules descubrió la situación de su hijo y fue a buscarle consiguiendo que dejara las armas. Aunque la familia sigue sufriendo la pobreza extrema que azota al país y vive en un campo de refugiados, al menos, han conseguido reunirse. "Tengo pesadillas, veo musulmanes Séléka a mi alrededor y quieren cortarme en trozos pequeños", ha relatado el niño.

   Jules ha vuelto a estudiar y visita regularmente los espacios infantiles facilitados por Save the Children, pero sigue colaborando puntualmente con el grupo armado como recadero a cambio de alimentos, siempre con la convicción de que tiene que vengar el asesinato de su hermano y ser el protector de su familia con solo 12 años.

CRISTAL, 16 AÑOS

   Cristal tenía 16 años cuando se unió al Séléka. Un año después, afortunadamente, ha conseguido un trabajo y se gana la vida vendiendo cacahuetes. "Se llevaron a mi hermano mayor a la comisaría, donde fue maltratado. Fui a verlo para intentar que lo liberasen. Muchas personas fueron maltratadas en ese momento y la escuela ya había cerrado a causa de la violencia, así que tenía que hacer algo al respecto". Y Cristal se unió al Séléka para proteger a su familia.

  "Después de estar un año de con el Séléka, mi padre vino a Bangui a buscarme" y su vida cambió. Ahora, desde la distancia, cristal ha reconocido que se equivocó, que no tomó la decisión adecuada y ha lanzado un mensaje: "No es bueno que un niño se una a un grupo armado porque van a ver cosas horribles. Verán sangre, verán decapitaciones y se enfrentarán a la muerte mientras que juegan con tu mente", ha lamentado.

   Actualmente Cristal puede decir: "Vi todo esto pero ahora voy a la Iglesia y siento que me he liberado de todo. Mi vida es mejor que cuando estaba en el grupo armado".

SIMON, 16 AÑOS   

   Aunque ahora tiene 17 años, con 16 se convirtió en el miembro más joven de un grupo 'antibalaka' después de ver cómo asesinaban a su familia e incendiaban su casa y todo lo que poseía. "Me uní al grupo para vengar a mi familia ya que Séléka nos destruyó", ha afirmado.

   En su entrevista, ha reconocido que le encantaría poder dejar el grupo y las armas a un lado, pero siente que no tiene otra alternativa, que nunca encontrará un trabajo ni podrá sobrevivir por sus propios medios. Además, cree que el final de la guerra no está cerca, por lo que los grupos armados como el suyo deben mantener sus armas y estar preparados para ser una vez más atacados.

   Para aguantar los horrores a los que se enfrenta diariamente y mitigar los dolores de las heridas sufridas en los enfrentamientos, Simon se esconde tras el consumo de drogas y sus amuletos. "Por el momento me quedo en la base, pero me siento mal y no puedo obtener atención médica adecuada. Nadie se ocupa de nosotros", ha denunciado.

MAEVA, 17 AÑOS

   Un día de 2003, cuando Maeva volvía de la Iglesia, descubrió que su tía, persona que se había hecho responsable de su cuidado, había sido asesinada supuestamente a manos de los milicianos del Seleka. Solo tres días después, cinco milicianos regresaron a la casa y la violaron.

   Mientras se refugiaba con unos parientes en el campo para tratar de olvidar el trauma vivido, Maeva oyó por primera vez que existía un grupo 'antibalaka' y decidió unirse a ellos. "Lo hice por lo que le habían hecho a mi tía. Como resultado de mi ira, decidí unirme a ellos. Mi tía era la única cosa preciosa que tenía, significaba tanto para mí", ha explicado para añadir que el grupo le hizo fuerte y le enseñó a matar.

   Años después, la niña reconoce que podría dejar las armas, pero, como en el caso anterior, no ve un futuro fuera de las paredes de la base del grupo armado, lejos de los 'niños soldado'. Aún así, sueña cada día con volver a la escuela.

GRACE A DIEU, 15 AÑOS 

    Grace tenía 15 años cuando Séléka vino a su ciudad a finales de 2012 y pensando que su padre era rico, le secuestraron. Siendo el mayor de siete hermanos, la única salida que encontró para poder mantener a su familia fue la de convertirse en 'niño soldado'.

   Desde entonces, él y otros niños fueron enviados regularmente a luchar en la primera línea de combate, un hecho que describe como la parte más dura de su experiencia. "Siempre me esforcé para no matar a gente inocente. Vi un montón de cosas, muchas atrocidades", ha dicho Grace.

    En marzo y abril 2014, gracias a la intervención de los líderes locales apoyados por ONG, los niños de Séléka fueron desmovilizados y enviados de vuelta con sus familias.

JEAN, 16 AÑOS 

   Jean veía en Séléka una forma de ganar dinero para su familia pero pronto descubrió que la realidad era muy diferente. "Cuando era joven, cuando me incorporé, no sabía lo que estaba haciendo pero ahora ya he crecido". "Me uní a Séléka porque pensé que me gustaría ganar dinero", ha explicado.

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