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Miércoles 13/11/2024
 
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Arcos

La traza

"Hay signos que evidencian un ánimo de renovación conceptual y por supuesto existirá mucha ilusión en quienes pisan por primera vez el tablero del mal llamado ajedrez político"

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  • Ilustración. -

Cuando se dibuja suele comenzarse por la traza o boceto de lo que luego viene a ser la delimitaciónformal o plano sobre papel o sobre el terreno.
Dibujamos las características esenciales de un proyecto a través del trazado inicial, ligero a manera de apunte, como idea que luego decanta en la conclusión de lo que ya ´apuntaba´ inicialmente.
Esa manera de apuntar, despuntar, aparecer, asomar, florecer…, es lo que suele llamarse dar traza de algo. Es decir apuntar maneras, aspecto o apariencia.
Así, por ejemplo, si decimos tienes traza de monaguillo, venimos a indicar que bien por el aspecto, la vestimenta, la actitud o el gesto, nos asemejamos en alguna de las formas o maneras al personaje comparado.
A pesar de no ser una expresión muy utilizada, dar trazas de algo, suele indicarnos a través de sus señales cual es el camino o dirección que toma un objeto o sujeto en forma o actitud y cuyo resultado acaba siendo una continuación y final de lo inicialmente presupuestado, trazado, abocetado.
Solemos bocetar nuestra personalidad, actitud y carácter a través de  pequeñas señales que, en la mayoría de los casos, pasan desapercibidas y sin embargo suelen ser sintomáticas de aquellas conclusiones que acaban invitándonos a utilizar la más empleada expresión de ´lo veía venir´.
No cabe duda que la experiencia es un punto. Cuántas veces habremos utilizado la figura de ´el libro de la vida´ donde uno dice aprender aquellas cosas que no suelen estar escritas en ningún sitio, aquellas repeticiones, reverberaciones de vivencias ya conocidas que avocan a esos resultados que parecen abocetarse en la hoja invisible, allá donde nadie quiere anotar y donde nadie guarda traza porque ya fue realizada anteriormente.
Sin embargo esas trazas, señales, vivencias repetidas en algunos casos hasta la saciedad, no suelen dejarnos huella. No les prestamos la suficiente atención como para que ese libro de la vida surta el efecto deseado, ofrezca la sabiduría adecuada, nos dé las indicaciones apropiadas hacia conclusiones más definitorias y acertadas, evitando, como también dice el dicho, ´ser humanos o únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra´.
Cómo pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana. Solo hace falta ponerle fecha a un cambio de gobierno, cambiar de legislatura, cambiar de personas, signos, siglas y conceptos para que todo deje de funcionar hasta que se entre de nuevo en calor.
La limpieza de las calles, la recogida de basura, el mantenimiento de las infraestructuras, el funcionamiento de los servicios públicos, en definitiva, todo aquellos que forma parte de la calidad de vida y primeras necesidades de la ciudad y ciudadano, ha de estar garantizado por la institución sea del signo que sea e independientemente de entradas y salidas, idas y venidas, constituyendo de esa manera lo que podría denominarse cuerpo de gestión institucional, de funcionamiento fijo y permanente capaz de priorizar lo que de un color u otro ha de mantenerse por estricta necesidad.
Sería responsabilidad del saliente, hacer que este cuerpo de gestión garantizara los servicios en el tránsito. Sería responsabilidad del entrante, que aquellos servicios y gestiones ya realizadas con solidez no fueran moneda de cambio por el cambio en sí.
Pero ya sabemos lo hedonistas que tendemos a ser. Pretendemos ser artistas sin saber dibujar, o ser meros emuladores de aquellas referencias presuntamente exitosas, sin darnos cuenta del ejercicio que supone gobernarse a sí mismo, ser creador e intentar trazar una más imaginativa realidad, cuya certera conclusión pasa por saber leer en el libro de la vida.
En el arte pasa algo parecido. Tendemos a despreciar lo tipificado como clásico para lanzarnos directamente a aquellos trazos innovadores, cuyo cuerpo de gestión lejos de apuntar una continuidad y evolución plausible de lo aprendido, suele presentarse como ruptura abrupta, síntoma de incapacidad o falta de una mínima observación y reflexión acerca de lo ya construido.
Hay trazas, señales de cambio en la política nacional y local. Seguramente existen deseos honorables en la gestión pública. Hay signos que evidencian un ánimo de renovación conceptual y por supuesto existirá mucha ilusión en quienes pisan por primera vez el tablero del mal llamado ajedrez político. No se trata de ganar.
En ese tablero político, más bien se trataría de aprender. Aprender definitivamente que aquello bien gestionado cuya estructura muestra la solidez en sus resultados, ha de permanecer como base de innovación hacia lo que puede suponer, en un ejercicio de imaginativa creación, aquel otro ejercicio: la política.

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