Gracias al celo investigador de nuestro corresponsal Jerónimo Luna, pudimos conocer la información inicial del descubrimiento, en 1914, del templete de San Onofre, por el prócer sevillano Miguel Sánchez-Dalp y Calonge. Jerónimo Luna (q. e. d.), junto con Alberto Martín y Julio Domínguez Arjona, en sus páginas de Internet, se han convertido en apasionados defensores de la restauración y mantenimiento del monumento.
Según Alberto Martín, el origen del templete de San Onofre se vincula a la construcción del monasterio de San Jerónimo de Buenavista, ya que se encuentra en las huertas del mismo. Este monasterio fue fundado en 1431 y puede ser encuadrado dentro del estilo gótico- mudéjar andaluz. Los humilladeros eran sencillas construcciones religiosas que se levantaban, por lo general, en los cruces de caminos. Atendían varias funciones, como recordar a los viandantes la obligación cristiana de arrodillarse y presignarse ante la cruz o alguna representación religiosa; ordenar el tráfico, como hito de referencia que marcaba la llegada a un cruce; y señalar los límites de las poblaciones. En Sevilla capital quedan dos, el de San Onofre y el de la Cruz del Campo.
Se cree que el germen que originó este templete está en la campaña de la Conquista de Sevilla por parte de San Fernando, algunos siglos antes. En su ubicación se situaba un puesto adelantado del Campamento Real, cerca de la vecina localidad de la Rinconada.
El templete de San Onofre se encuentra ubicado en la zona norte de Sevilla, en las huertas meridionales del Monasterio de San Jerónimo. Desde su construcción era considerado un humilladero de importancia en la ciudad, pues marcaba el límite Norte de la leprosería de San Lázaro.
El 30 de octubre de 1914, el Liberal informó en su primera página del hallazgo del humilladero por el prócer Miguel Sánchez-Dalp y Calonge. El periódico decía: “En un lugar cerca del Empalme en terrenos colindantes con el cortijo de Tercia, se ha hecho un descubrimiento muy notable […] Se trata de un monumento de la antigüedad que se juzgaba perdido desde hace siglos y del que nunca pudo saberse como había ocurrido su desaparición. El monumento descubierto entre el material que destruye una cuadrilla de obreros, es el celebrado templete de la Cruz, que como el de la Cruz del Campo, cobijaba la enseña del cristiano, para que el caminante tuviera un punto donde rezar cuando iba de viaje”.