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Torremolinos

Condenado a 104 años de cárcel el etarra Goñi por el atentado de Torremolinos

Destaca que estaba "cualificado" para fabricar explosivos y compró el coche utilizado para atentar contra la casa - cuartel de la Guardia Civil unos días antes

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   La Audiencia Nacional ha condenado a 104 años y cuatro meses de cárcel al etarra Juan Jesús Narváez Goñi, alias 'Pajas', por colocar, junto al también etarra José Luis Urrusolo Sistiaga, un artefacto que explotó el 15 de abril de 1991 frente a la casa-cuartel de la Guardia Civil en Torremolinos, provocando heridas a cuatro personas.

   La Sección Primera de la Sala de lo Penal ha considerado a Narváez Goñi, culpable de cuatro delitos de asesinato frustrado, uno de estragos terroristas y otro de falsificación de placas de matrícula.

   El tribunal ha considerado probado que Urrusolo Sistiaga, que fue condenado a 103 años de prisión por estos hechos, y Narváez Goñi recibieron la orden de colocar un artefacto explosivo frente a la casa cuartel de la Guardia Civil en Torremolinos, situado en la zona de El Calvario, con la intención de causar "importantes" daños materiales personales y materiales.

   El acusado adquirió un vehículo, de marca Renault, manifestando a su vendedor que era para su esposa y facilitando un nombre y un domicilio inventado.

   Los miembros del comando cargaron el explosivo, cuya base era amonal, al coche, cambiaron sus placas de matrícula por otras que simulaban un registro en Italia con una numeración elegida al azar y el 15 de abril de ese año lo estacionaron en la intersección de las calles Periodista Antonio Sáenz con Río Trueba, frente al edificio del Instituto Armado.

   Hacia las 22.35 horas, el coche-bomba estalló en un espacio donde también se encontraba unm pabellón de viviendas donde habitaban las familias de los agentes; la Iglesia, con su casa parroquial; la Casa de la cultura y el colegio La Paz.

   Su carga explosiva, que tenía capacidad suficiente para acabar con la vida de cualquier persona que se encontrara en su área de influencia, causó heridas a cuatro mujeres, dejó un cráter de 45 centímetros en la calzada y daños valorados en 324.510 euros.

   Durante el juicio, el acusado admitió haber comprado el coche con el que la organización terrorista intentó volar la casa-cuartel, aunque aseguró que pensó que iba a ser utilizado para que los miembros de la organización pudieran "moverse". El atentado fue reivindicado por ETA en el diario Gara al día siguiente de su comisión.

CARTA DE URRUSOLO SISTIAGA

   Los magistrados Javier Martínez Lázaro, Nicolás Poveda y Ramón Sáez Valcárcel han tenido en cuenta la declaracion de Urrusolo Sistiaga de la que se desprendía que se trataba de un comando itinerante y una carta que le fue intervenida en la que hablaba de la incorporación de otro "militante" al grupo ante sus problemas de "abastecimiento".

   La Sala destaca que Narváez Goñi estaba "cualificado" para manipular artefactos y poseía conocimientos en la confección de artefactos, según un cuaderno con sus anotaciones que fue intervenido al comando.

   Además, destaca que la "inmediatez temporal entre la compra del vehículo y la explosión del coche-bomba es sugestiva de su integración en el plan para atentar contra la casa-cuartel".

CONDENADO A 400 AÑOS DE CÁRCEL EN MENOS DE UN MES

   Narváez Goñi fue condenado hace unos días a otros 296 años de cárcel por enviar un paquete bomba desde una empresa de mensajería de Toledo a su central en Madrid que el 12 de junio de 1991 provocó la muerte de dos agentes de los Tedax que intentaban desactivarlo y causó heridas a diez personas.

   Además, Goñi fue condenado en marzo pasado a una pena de 60 años de cárcel por el asesinato de dos policías en Barcelona en diciembre de 1991. Él y Urrusolo Sistiaga dispararon 20 tiros a bocajarro a los agentes cuando se encontraban en una tienda de aparatos electrónicos.

   Juan Jesús Narváez Goñi y su pareja, Itziar Alberdi Uranga permanecieron durante 22 años fugados de la Justicia hasta que fueron descubiertos en febrero de 2014 en la localidad mexicana de Puerto Vallarta, donde vivían con sus dos hijos y trabajaban, respectivamente, como masajista y profesora de yoga.

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