Los nazarenos acuden con la intención de enamorar, y con una rosa en la mano, pretenden gustar y conquistar con sus letras. Las intenciones no pasan de ahí.
Estos ‘guapos’ le cantan en el primer pasodoble al vino, al que le ha “arruinado la vida”.
La bebida ha servido como mezcla para destruirlo. Cambio de tercio y tras la amargura, llega el piropo. “Muero por Cai y que no piensen que en Sevilla todos barren para casita, Tacita”.
Se acuerdan de la agrupación hispalense que revolucionó el Concurso con su provocación. Con la música de Raza Mora terminan.