Las preliminares buscaban la sorpresa. Hubo que esperar a la décimo tercera para encontrarla. Mereció la pena esperar. La condena fue menos.
Desde el talego, la tonadillera más mediática, Isabel Pantoja, canta desde el patio de la cárcel. Un castigo que sabe a gloria. Una aflicción que es menos tristeza. La viuda de España tiene su aquel.
Sin penas y sin vergüenza, la sevillana recuerda la vida –la gran vida- de su vástago, Kiko Rivera.
La chirigota desenfada sevillana no se le enamora el alma, muestra “dientes, dientes que es lo que les jode” al reto, el público acaba enamorado. Encerrada o en libertad, la frescura que muestra debe tener un permiso especial para entrar en Cuartos. En eso están sus abogados.
La presa ibérica “tiene revolucionada a todas las lésbicas”. Sorpresa y agradable de esta Pantoja que sin tanto papel couche y sin tanta historias varias, revoluciona el Falla.