Nunca hubo tanta incomunicación como en la era de la comunicación. Esto, que puede parecer un mero juego de palabras, es la triste realidad que vivimos a diario. Es una paradoja que en ciertas reuniones esté cada cual interactuando con su móvil y no se hablen entre sí. Vamos caminando y mirando el móvil, estamos en la cola del supermercado y estamos con el móvil en la mano. Las barras de los bares se llenan de personas tecleando en su móvil, incluso en el váter lo que antes hacíamos en, como mucho, 5 minutos, ahora, como poco, lo hacemos en un cuarto de hora.
Entre las redes sociales, las plataformas de mensajería instantáneas, los móviles, etc., estamos totalmente alienados. En cualquier momento se puede saber por dónde andamos, o sea, se nos puede espiar sin apenas esfuerzo. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, las tecnologías se han ido abriendo un hueco en nuestras vidas, tanto es así que han conseguido cambiar nuestra vida cotidiana. Su consolidación ha hecho que disminuya nuestra dedicación a ciertas actividades, como por ejemplo, la lectura de libros, periódicos o revistas en papel, la búsqueda de información en las bibliotecas, las conversaciones cara a cara, los paseos, o simplemente, estar en el sofá sin hacer nada.
El otro día leí que en China han creado una especie de campamentos de desintoxicación de los móviles y las nuevas tecnologías. Imagínense cómo estará la cosa. Y es que no es nada extraño ver cómo somos capaces de interrumpir una conversación en familia por contestar una llamada o un mensaje en el Whatsapp, hemos utilizado el móvil o la tablet en momentos y lugares nada apropiados, nos es muy difícil -o imposible- apagar el móvil en momentos íntimos, como una cena familiar o una conversación con amigos, y cuando lo hacemos, se siente algo muy parecido a la ansiedad, frustración e incluso rabia. Para muchas personas, esta tecnología se ha convertido en una auténtica adicción. Con esto, no estoy diciendo que los móviles, iPad, redes sociales, etc., sean perjudiciales, siempre y cuando se usen con moderación y buen criterio. También tienen, como todo, su lado bueno, pues son una inagotable fuente de información, una forma fantástica de poder relacionarse con otras personas que están a miles de kilómetros. Pero, de todas formas, hay que andarse con ojo con esto de las nuevas tecnologías, no vayan a ser los móviles más inteligentes que sus dueños.