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Viernes 15/11/2024
 
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Una Eurocopa no apta para cardíacos

Cuando todavía no se ha completado la segunda jornada de la fase de grupos, hasta siete goles han llegado a partir del minuto 90

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  • Sturridge marcó en el 92 -

¿Malos estudiantes que dejan todo para el final o defensas numantinas que solo claudican por agotamiento? La multitud de partidos resueltos en los últimos minutos de la Eurocopa tiene a todo el mundo preguntándose las razones de este castigo para cardíacos.

Cuando todavía no se ha completado la segunda jornada de la fase de grupos, hasta siete goles han llegado a partir del minuto 90.

Si se tiene en cuenta que el récord de goles fuera del tiempo reglamentario se había establecido en ocho en la Eurocopa de 2008, no es difícil imaginar que todo tipo de teorías -físicas, psicológicas o puramente futbolísticas- circulan para explicar esta tendencia a la agonía.

De hecho, con el tanto del italiano Éder hoy frente a Suecia, si se cuentan los goles que llegaron en el último cuarto de hora la cifra se eleva a trece, más de un tercio del total de 35 registrados hasta ahora, según la UEFA.

Como si fuese una declaración de intenciones, el magistral zapatazo de Payet que hizo ganar a Francia en el minuto 89 del partido inaugural marcó la senda para el resto del torneo.

Algunas dianas postreras sirvieron para dar el triunfo a sus selecciones, como la del inglés Sturridge ayer frente a Gales en el 92, la de Griezmann frente a Albania en el 90, la de Piqué contra la República Checa en el 87 o la ya mencionada de Éder.

Otras solo fueron un clavo en el ataúd del rival, como los que pusieron Schweinsteiger a Ucrania, el norirlandés McGinn de nuevo a Ucrania o el italiano Pelle a Bélgica; y otras sirvieron para rescatar un punto, como hizo Rusia gracias a Berezutski en su duelo con Inglaterra.

El seleccionador alemán, Joachim Löw, fino analista del juego, apuntó a la importancia que tiene el campeonato para ciertos equipos pequeños, que con la ampliación a 24 equipos se encuentran ante una oportunidad única.

"Muchas naciones juegan el torneo de sus vidas y se lo dejan todo, defienden muy bien y salen a la contra, luchan hasta el final", consideró Löw tras el partido de los teutones contra Polonia, curiosamente el único en que no se ha perforado la red.

En un estudio académico publicado en 2014 en el "International Journal of Sports Science", el investigador W.S.S. Njororai, de la Universidad de Texas en Tyler, concluyó que se meten más goles en los últimos quince minutos de los partidos que en cualquier otro periodo del partido.

"Varios factores se combinan para llevar a un mayor número de goles en las segundas partes, incluidos el comienzo de la fatiga, las elecciones tácticas, el balance de fluidos (deshidratación) y fallos de concentración", señala el estudio.

Por eso, instó a los entrenadores a "controlar la distancia y el ritmo de trabajo de sus jugadores para cambiar la táctica o hacer cambios que eviten que el rival se aproveche de esta debilidad", antes de recordar que se ha demostrado que los suplentes pueden "cubrir mucho más campo a alta intensidad en los últimos 15 minutos que cualquier otro jugador".

Esa importancia del banquillo quedaría demostrada con la aportación de Sturridge y Vardy en el choque contra Gales del jueves, cuando salieron en el descanso para marcar los tantos de la remontada para Inglaterra.

El debate será tan infinito como todos los que abre el fútbol: la falta de concentración fue lo que Roy Hodgson achacó a sus pupilos en el gol de Berezutski; el cansancio estaría detrás de la claudicación de Albania ante Francia; o el uso magistral del contraataque justificaría el gol de Pelle a Bélgica.

Ninguna teoría, sin embargo, podrá disputar su hegemonía a la mística del fútbol, argumento mágico pero unánime que siempre pondrá de acuerdo a todos los seguidores.

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