A la zambomba le ha ocurrido como al dinosaurio de Monterroso: cuando despertamos cada diciembre sigue ahí. Ni se ha perdido, ni se ha dejado de celebrar con el paso de los años, ni ha pasado desapercibida para los que disfrutan con la celebración de la Navidad. Lo novedoso es su revalorización; más aún, el acierto de su revalorización, aunque haya ido acompañada de cierta desvirtuación, por parte de los que han hecho de la misma una excusa como telón de fondo para una fiesta. Así que su revalorización ha llevado implícita, asimismo, una reivindicación: la de la zambomba auténtica, la de corte vecinal, la vivida en hermandad, toda una convivencia en la que no sólo se comparten villancicos, también pestiños, buñuelos y botellas de anís.
Todo ello ha desembocado en apenas tres o cuatro años en un auténtico fenómeno socio cultural que tiene su epicentro provincial -y hasta andaluz- en Jerez y que, gracias al empeño de unos y otros, ha terminado por convertirse en una auténtica bendición navideña; en especial, para el turismo y el sector hostelero, que han sabido sacarle el mejor partido a la repercusión del evento. Y no sólo los negocios vinculados al turismo; Jerez, la ciudad por sí misma -aunque compartiendo honores con Arcos- logró ahora hace un año que la celebración de la zambomba fuera declarada Bien de Interés Cultural, y que contara con día propio. Será el próximo viernes 16, y en Jerez se celebrará con un acto público en las instalaciones de los Museos de la Atalaya.
Si no les parecen argumentos suficientes para reconocer su importancia, bastaba con darse un paseo este viernes o sábado por el centro de Jerez para comprender hasta donde alcanza la espectacular repercusión de un fenómeno del que aún podremos seguir disfrutando hasta el día 24.
