La deslocalización de las cajas de ahorros y las entidades financieras, como es el caso de Cajasur, y otras muchas, a raíz de la reestructuración del sistema bancario español, ha provocado sangrantes desigualdades y discriminación social, ahondando en el viejo fantasma de los ciudadanos de primera y de segunda, de la España rural y la urbana. El cierre de la sucursal que Cajasur (absorbida, al igual que Caja de Jaén, que no fusionada, por la vasca BBK Kutxabank con el beneplácito del gobierno de Zapatero), mantenía en Linares-Baeza, donde la mitad de los habitantes son pensionistas (600), ha puesto en relieve la falta del más mínimo pudor social, ya que se trataba de la única sucursal bancaria en la localidad. La chapela ensombreció a aquel sombrero cordobés heredero de los Montes de Piedad, que a cambio de siete apellidos vascos ha mantenido un elitista establishment poco preocupado por todo aquello que no tiene que ver con lo meramente económico. La usura de muchas entidades financieras y de un sistema que mira hacia otro lado propicia paradojas como que los mismos ciudadanos que financiaron la negligencia gestora de cajas y bancos, se vean despojados de un servicio, básico hoy en día. Afortunadamente, como en tantas otras cosas, la Caja Rural ha reaccionado no solo en defensa de Jaén, sino con rapidez.
Jaén
Cajasur y sus siete apellidos vascos
El cierre de la sucursal de Linares-Baeza ha dejado a la mitad del pueblo, 600 pensionistas, sin un servicio básico hoy en día
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