La crónica periodística reflejaba, entre otras cosas, lo siguiente: “Unos decían que habían oído disparos; otros, que habían visto un fogonazo; y había varios que aseguraban que un coche había entrado a toda velocidad en sentido contrario desde la plaza.... La psicosis originada por los rumores de un atentado derivaron en una avalancha imposible de controlar.
La gente salió corriendo "en todas las direcciones", cuenta un testigo; "a los músicos se les iban cayendo los instrumentos. Otros presentes incluso aseguran que había hasta teléfonos móviles tirados por el suelo y la gente ni se detenía a cogerlos". Varios niños se perdieron, aunque fueron encontrados al poco tiempo por sus padres. La presencia del helicóptero de la Policía Nacional, que sobrevoló la zona del río más próxima a la calle Carretería para intentar tomar imágenes desde el aire de lo que estaba pasando, contribuyó sin pretenderlo a acrecentar la sensación de que algo estaba pasando.
Familias enteras se refugiaron en los locales de los alrededores que encontraron abiertos a esa hora. “Intentamos convencerlos de que salieran, de que no había ningún atentado, pero no había forma”, relata otro de los agentes que actuaron. “La única forma de lograrlo fue decirle a la banda de música que volviera a tocar para que comprendieran que la procesión continuaba y que todo volvía a la normalidad”. También contribuyó el fuerte despliegue policial que se organizó tras el incidente, con el que trató de dar la sensación de que la situación estaba bajo control.
(.....) Los agentes no han encontrado testimonios coincidentes. Testigos hablan de una reyerta entre al menos dos jóvenes a la que se fueron sumando varias personas más. Alguno afirma que hubo un arma de por medio, aunque reconoce que no llegó a verla….”
Similitud
Parece la crónica de los incidentes en la Madrugada de 2017 en Sevilla, ¿verdad?, pero no es así, pese al inmenso parecido entre lo acaecido en nuestra ciudad y en esta narración. Corresponde realmente a la pasada madrugada del Lunes Santo en Málaga. Allí, hacia las 2:10 horas ya del Martes Santo, se desató una histeria colectiva que se extendió por las calles del Centro de la capital malagueña a raíz de un confuso incidente o presunta reyerta juvenil (la misma causa, en nuestro caso en las Setas de la Encarnación, que provocó otra Madrugada de pánico en el año 2015) al paso del Cautivo y de la Virgen de la Trinidad y que provocó rápidamente avalanchas humanas.
Tras informar sobre los incidentes acaecidos en Málaga, la Cadena SER emitió posteriormente unas declaraciones de nuestro alcalde, bajo el título “Los sevillanos sabemos actuar ante avalanchas”, en clara contraposición al pánico desatado en la otra ciudad del eje andaluz y en las que Espadas salía al paso de las críticas vertidas por los aforamientos con vallas de determinadas vías públicas, como fue el caso de la Hermandad de la Amargura tras su estación de penitencia del Domingo de Ramos.
Las vallas
La Hermandad emitió un comunicado en el que criticó el “desmedido” dispositivo de seguridad de la ciudad en estos días, que, a su juicio, impidió que algunas personas pudieran ver los pasos en algunos tramos del recorrido.
En el comunicado, difundido en su web oficial junto a una fotografía de parte de su cortejo en una calle vacía de gente, la Hermandad criticó, “desde el máximo respeto a las fuerzas y cuerpos del orden que velan por nuestra seguridad”, el “desproporcionado dispositivo desplegado en algunos puntos del recorrido de nuestra cofradía”.
Un dispositivo “que impide, a numerosos hermanos, devotos y público en general, acercarse a las Sagradas Imágenes”, señalaba el comunicado, donde se subrayaba que “nuestra corporación es una comunidad de fieles que realiza su estación de penitencia cada Domingo de Ramos para dar público testimonio de fe, siendo éste uno de los fines de la Hermandad”, e indicaba que “el aforamiento desmedido que vacía calles como Francos, Alcázares o Santa Ángela de la Cruz a nuestro paso, supone una merma en dicho testimonio”.
“Saber estar”
En sus declaraciones radiofónicas, Espadas aseveró: “Concentramos esos dispositivos en los puntos donde hay mayor presencia de aglomeraciones o cruces entre Hermandades. En definitiva, donde pueda haber problemas. Por eso se justifican determinados aforamientos, en el tema de garantizar evacuaciones y pasos claros ante cualquier situación: una ambulancia que tiene que entrar; una persona que hay que sacar rápidamente…. Son a veces algunas molestias que pueden no comprenderse pero que son absolutamente imprescindibles.
Situaciones -añadió- como las que pueden ocurrir cuando alguien se pone nervioso; cualquier problema o altercado que generan ese efecto contagio en que es donde nos dicen a los sevillanos que sabemos actuar, ¿no?, y que tenemos más experiencia quizás que en otros sitios. Pero eso no nos puede permitir relajarnos. Tenemos que colaborar todos y tenemos que mantener la tranquilidad en un momento determinado o la calma, porque al final son muchísimas personas y la gente, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, solas seguramente no podrían conseguir el efecto óptimo que conseguimos cada año”.
Abundando en esta línea, el Viernes Santo, cuando ya habían ocurrido los graves incidentes de la “Madrugá”, el diario ABC publicaba estas declaraciones, realizadas obviamente con antelación a los sucesos, del delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz: “Los sevillanos y miles de visitantes que abarrotan nuestras calles están disfrutando de la Semana Santa con todas las garantías. Un año más, los ciudadanos demuestran que poseen una auténtica maestría para la convivencia en la calle”.
Discurso oficial
La crónica periodística citada al principio sobre los incidentes en la madrugada del Lunes Santo en Málaga sería perfectamente intercambiable con las publicadas por los medios de comunicación sevillanos sobre los incidentes en la Madrugada de Sevilla, quitando los topónimos locales de una y otra. Malagueños y sevillanos han reaccionado de la misma forma, con pánico colectivo, ante una amenaza incierta que podría poner en peligro su integridad física: carreras y avalanchas.
Por tanto, es absurdo mantener el discurso oficial de que “los sevillanos sabemos actuar ante las avalanchas (y los demás no)”; de que tenemos “una auténtica maestría para la convivencia en la calle” y de que “sabemos actuar ante cualquier problema o altercado que genera un efecto contagio”.
La prueba de que no somos diferentes y que reaccionamos de forma tan humana como los demás es que justamente en esta Madrugada se ha generado un efecto contagio ante un problema o altercado inesperado y que como consecuencia del mismo un centenar de heridos tuvieron que ser derivados a los hospitales, con una persona en estado grave ingresada inicialmente en la UCI y varias sufriendo fracturas diversas.
El mito de nuestro genuino saber estar y actuar de forma única en medio de la bulla se terminó con los sucesos de la Madrugada del año 2000. Y no podemos reiterar el mensaje triunfalista sobre “el efecto óptimo que conseguimos cada año” cuando, conforme al recuento del presidente del Consejo Superior de Hermandades y Cofradías, Joaquín Sáinz de la Maza, carreras y situaciones de pánico destrozando cortejos, mobiliario urbano y sillas de la Carrera Oficial se han producido en las Madrugadas de los años 2000, 2005, 2007, 2015 y 2017.
La media del pánico
En palabras del propio presidente del Consejo, la única diferencia de los sucesos de este año con los anteriores es que antaño no se supo o no hubo tantos afectados como ahora y que no se practicaron detenciones, frente a los ocho detenidos (tres, enviados a la cárcel) tras la pasada Madrugada.
Así pues, desde el inicio del siglo XXI llevamos prácticamente un promedio de una Madrugada de cada tres con episodios de pánico colectivo provocados por altercados de diversa índole. Cada tres años una Madrugada de pánico como media significa que la anomalía se ha instalado entre nosotros en un peligroso proceso de convertirse en habitual, ya sea por factores externos o por cambios sociológicos y pérdidas de valores o de la cultura tradicional del “saber estar” en la bulla y en las calles masificadas.
Sólo desde el reconocimiento de esta nueva realidad y sin engañarnos a nosotros mismos repitiendo frases tópicas ni actuando con un falso triunfalismo podremos tratar de recuperar la esencia perdida de la “Madrugá”.