La felicidad que desprendía por los cuatros costados una resplandeciente Garbiñe Muguruza vestida de blanco fue la protagonista de la cena de campeones de Wimbledon ofrecida por los socios del All England Tennis Club, que cada año pone el broche de oro al torneo de hierba en la capital británica.
La sonrisa de la española solo encontró digno adversario en la elegancia del campeón masculino, un pletórico Roger Federer que celebraba el haberse convertido en el primer hombre en la historia en ganar ocho veces el campeonato.
El emblemático edificio Guildhall, ubicado en la City londinense y donde apenas cuatro días antes habían cenado los Reyes de España durante su histórica visita de Estado al Reino Unido, fue el escenario escogido para celebrar la tradicional velada, a la que asistieron 400 invitados ataviados con sus mejores galas.
Entre ellos, dos de los tres únicos españoles que antes de Muguruza consiguieron alcanzar la gloria en 'La Catedral' del tenis, Manolo Santana (1966) y Conchita Martínez (1994) que, junto con el ausente Rafa Nadal (2008 y 2010), completan el cuarteto de ganadores patrios.
"Solía odiar la hierba", revelaba Garbiñe tras recorrer el salón con la bandeja de plata arropada por la unánime ovación de los asistentes, confesión que le costó la reprimenda de su interlocutor y maestro de ceremonias, el exjugador británico Mark Petchey.
"Shhh esté no es el lugar para decir eso" le chistó Petchey ante una carcajada generalizada. "Es la verdad, no fue fácil aprender a adaptarme a la superficie pero con el tiempo y la experiencia lo he logrado, y aquí está la prueba", añadía señalando su preciado trofeo.
"¿Y ahora qué?" le inquiría Petchey a la única española que ha ganado Roland Garros (2016) y Wimbledon: "seguiré intentado dar lo mejor de mí", aseguraba ella.
Federer fue obsequiado con un cuadro que recogía las fotos de sus ocho triunfos sobre el pasto inglés como premio por haber logrado lo que nunca antes nadie en la historia del tenis.
"Jamás pensé que llegaría hasta aquí" manifestó el suizo, de 35 años, que se alzó con el título sin ceder un solo set.
Aunque el protocolo de la cena no obligaba a vestir de blanco, como si hace para saltar a las pistas del All England Tennis Club, la española quiso lucir ese mismo color en su vestido, adornado con unas hojas de laurel plateadas, quizá en su particular homenaje a las tradiciones del campeonato más antiguo y prestigioso del mundo.
El otro color predominante de la velada fue el morado, que pudo verse en manteles, servilletas, flores e incluso la alfombra de la entrada al recinto, erigido hace más de seis siglos sobre las criptas medievales más grandes de Londres.
El presidente del club inglés, Philip Brook, quien dedicó unas palabras a la sala al término de la cena, no olvidó mencionar para que recibieran también su merecido aplauso a los vencedores de las otras categorías del torneo, entre ellos Alejandro Davidovich Fokina, que ganó en Júniors, hazaña que no había logrado un español en últimos 50 años.
Entre los episodios ocurridos durante las dos semanas del torneo, Brook destacó el "épico" partido en el que Nadal cayó abatido por Gilles Müller y deseó volver a ver pronto al mallorquín en esa cena.
Después de darse un baño de multitudes y fotografiarse con algunos fans, Muguruza y Federer abandonaron el lugar pasada la medianoche, momento en el que ningún hechizo se desvaneció, siguen siendo y serán para siempre los campeones de Wimbledon 2017.