Cuando hace una semana, Jesús Catalán vio en los informativos la noticia del terrible incendio de El Palmar que ha costado la vida a tres miembros de una familia y a un amigo que estaba con ellos, su primera reacción fue “apagar la televisión” para que su hermana Cristina, de 18 años, no lo viera. Fue insuficiente “porque en Facebook las noticias vuelan”, y en este caso en particular había demasiados paralelismos con la tragedia familiar a la que ambos sobrevivieron a finales de año.
Casi siete meses después de perder a sus padres y a su novia, los hermanos intentar salir adelante “sin pensar en el futuro”. Viven en Arcos, aunque pronto se mudarán a Jerez. Quieren “ayudar en la prevención” para que desgracias como la suya no se repitan“Justo esta tarde (por el jueves) estábamos hablando de que la madre estaba muy grave y ha fallecido. Se me ponen los vellos de punta porque nos recuerda a lo que vivimos en mi casa. Incluso las primeras hipótesis, puesto que dijeron que si dejamos una vela encendida en el porche de mi casa, cuando no era así, porque no era una vela, teníamos almacenadas muchas velas por el tema de los pasos (la hipótesis oficial fue la de un fallo eléctrico por sobrecarga de la regleta del patio en la que estaba enchufado un ordenador portátil y un árbol de Navidad); que el incendio se originara en el porche...que fueran tres... Nos hemos puesto en la situación de esta familia y de ese ese niño pequeño que se queda solo”.
Han pasado casi siete meses y desde entonces Jesús es incapaz de tener una puerta cerrada en el piso de alquiler de Arcos en el que vive con su hermana, se pone a temblar instintivamente con el humo y no soporta la oscuridad cuando se va a dormir. Siempre deja una luz encendida y tiene un detector de humo por cada habitación. “Por la noche soy incapaz de abrir una puerta. Una vez se me cerró una puerta y cuando me di cuenta estaba con la mano en el pomo pensando si estaba caliente”, relata.
Recuerda como si fuera ayer cómo se quemó las manos por las altas temperaturas aquella fatídica madrugada del 29 de diciembre intentando poner a salvo a su novia, su hermana y su padre -a su madre nunca la llegó a localizar- en medio de la oscuridad, en el que ha sido uno de los incendios más graves de los últimos años en Jerez. Su hermana Cristina, que apenas recuerda nada de lo sucedido porque perdió el conocimiento tras intoxicarse por el humo –los agentes de la Policía Nacional la tuvieron que reanimar porque llegó a estar en parada cardíaca hasta en dos ocasiones- sigue atentamente la conversación que mantenemos a las puertas de la tienda que este joven tenía con su novia en La Granja y que, por el momento, pretende mantener abierta, aunque le resulte imposible llevar las riendas del negocio en el que se metió con la persona con la que quería casarse este verano y crear una familia.
“Yo no puedo estar dentro, atendiendo, están las dos trabajadoras”, explica. Su hermana Cristina está afónica, tiene dañadas las cuerdas vocales a causa del humo inhalado. “Tiene los bronquios quemados y ahora se tienen que ir restaurando y los médicos le han dado un plazo de hasta tres años para que se recupere, aunque luego habrá que ver las secuelas”, detalla su hermano, que está en tratamiento por sus pulmones y no puede hacer ejercicios físicos.
La joven, además, conserva las heridas en las dos piernas. Estuvo un mes en la UCI y dos hospitalizada y desde entonces no se han vuelto a separar. “Quiere ser policía, siempre quiso serlo, pero ahora aún más después de que los agentes se convirtieran esa terrible noche en sus “ángeles de la guarda”. Los dos reciben ayuda psicológica y Jesús tiene claro que en estos momentos es su hermana quien más lo necesita.
“Ella no puede estar sola, no puedo trabajar porque necesita atención, se desorienta, tiene pérdidas de memoria”, indica. Pese a todo, Cristina, que llegó a perder la movilidad, ha ido evolucionando y ha salido adelante. “Podría haber terminado muchísimo peor”, reconoce Jesús, aliviado por los progresos que está haciendo.
No pudo ir a su casa hasta tres meses después
Ni tienen fuerzas ni piensan volver a vivir en su casa de La Marquesa donde un terrible incendio les arrebató la vida de las personas que más querían. “No queremos ni ver la casa”, dice tajante. Cristina no ha entrado, y él lo hizo a los tres meses “cuando ya estaba blanca” y “por obligación” para atender requerimientos del seguro.
Fue su familia la que se encargó de recoger las pertenencias que pudieron salvar en los días siguientes a la tragedia. Su idea es poder vender esa vivienda en un futuro, aunque todavía tienen por delante trámites que solucionar. Ahora viven los dos solos en Arcos y dentro de unos días se irán de alquiler a un piso pequeño de Guadalcacín.
Ya no hacen planes. Después de lo que les ha ocurrido prefieren “vivir el momento y exprimirlo al máximo”. “No pienso en el futuro. Haces todos los planes del mundo y de la noche a la mañana los planes te los desgarran completamente”. Presidente de la Federación de Asociaciones Juveniles y Culturales de Viernes de Dolores y hermano de la Hermandad del Soberano Poder, que la pasada Semana Santa le hizo un homenaje a su familia, reconoce que a día de hoy su fe tras lo ocurrido “está bajita”, y que todavía “sigo preguntándome por qué..., por qué a nosotros”. Solo tiene claro que tiene que seguir luchando por su hermana y por él mismo y centrar buena parte de sus energías, las mismas con las que su familia siempre ayudaba a los demás con numerosas iniciativas benéficas dirigida a los más desfavorecidos, en evitar que tragedias como la suya se repitan trabajando en la prevención. Por ello, ya está involucrado en proyectos de prevención sobre incendios en hogares. “¿Quién tiene en su casa un extintor, una manta ignífuga (apagafuegos) a o detector de humos?Quiero ayudar a que esto no ocurra”. concluye.
“Dejé a los tres en un cuarto para que abrieran la reja de la ventana”
Su relato de los hechos de la peor noche de su vida es desgarrador, pero Jesús cree que tiene que contarlo para que a partir de estas experiencias se insista más en la prevención a la hora de minimizar las consecuencias. “Esa noche mi novia y yo nos fuimos a casa de mis padres para cenar juntos porque al día siguiente mis padres y mi hermana viajaban para Alicante. Estaba cansado y me acosté antes. Di las buenas noches y me subí arriba. Me despertaron los gritos de mi padre y mi hermana pidiendo ayuda, humo y un montón de calor”.
Se levantó con su novia de la cama y abrieron la puerta. No había luz y no se podía respirar. Aplicando sus conocimientos de voluntario de Protección Civil, los reubicó en el cuarto de su hermana y cerró la puerta. “Los dejé sólo para que abrieran la reja de la ventana, pero en un momento dado mi padre abrió la puerta y bajó a hacerse con el extintor”. Cogió aire en su ventana y se fue a buscar a su madre. Nunca la localizó. Hubo una explosión, se mareó. No podía respirar. Volvió a su cuarto y cuando fue a salir para ir a la habitación de su hermana se quemó las manos y la cara. Se derretía. Contaba con que ya hubieran salido, así que abrió la reja de la ventana su habitación y bajó con la ayuda de los agentes. Cuando desde abajo vio que las rejas de la habitación donde dejó los tres no estaba abierta, no se lo podía creer. Los agentes no lo dejaron entrar. La hipótesis que se baraja es que la llave de la reja de la habitación en la que estaban los tres se cayera detrás del mueble, pues unos familiares las encontraron días después.