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Lunes 11/11/2024
 

Sevilla

De Sevilla a Venecia….

Al contrario que en Sevilla, en Turín la franquicia central de McDonald’s se adapta a la estética de su entorno

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  • Un Mc'Donalds en Turín -
  • Al contrario que en Sevilla, en Turín la franquicia central de McDonald’s se adapta a la estética de su entorno
  • Los casos de Venecia y Roma demuestran la necesidad de que un organismo autónomo administre la tasa turística

De Sevilla a Turín ...pasando por Turín y Milán. Aprovechando el vuelo directo entre Sevilla y Turín, iniciado el pasado 1 de junio, he hecho durante este verano recién terminado una ruta por el Norte de Italia y tomado nota sobre algunas cuestiones comunes a Sevilla, especialmente en materia turística. Primera constatación: el cambio climático. A pesar de que Turín está al pie de los Alpes, sólo desde la colina de Superga, a 667 metros, me fue posible divisar en la lejanía alguna cima escasamente nevada de montañas que superaban los dos mil metros de altura.

En la Oficina de Turismo turinesa no recordaban un calor como el que ha hecho este verano, especialmente en la primera mitad de agosto, desde hacía 60 años. Item más, en los paneles informativos de la estación ferroviaria de Santa Lucía, en Venecia, salió un mensaje comunicando que los trenes de alta velocidad italianos que conectaban con la mitad meridional del país acumulaban media hora de retraso porque debido a la altísima temperatura alcanzada por las vías no podían circular más rápidamente. Pensemos entonces, para bien, en la eficacia del AVE que une Sevilla con Madrid, sin problemas de este tipo pese a nuestros tórridos veranos, y en el reto que afronta la ingeniería española con el tren de alta velocidad entre Medina y La Meca, en la desértica Arabia Saudí.

Si por efecto del cambio climático suben de forma generalizada las temperaturas en otros países, el calor de Sevilla dejará de ser un “handicap”. De hecho, desde hace unos años el verano ha dejado de ser temporada baja turística en nuestra ciudad y se baten récord de visitantes julio tras julio y agosto tras agosto. El cambio climático nos iguala a todos.

Paisaje urbano

Y hablando de agosto, fue el mes en que el Ayuntamiento de Sevilla externalizó, como bien ha visto IU, la redacción de la Ordenanza de Paisaje Urbano, por valor de 72.600 euros, como si entre los miles de empleados del Consistorio no hubiera nadie capacitado para redactarla y por eso haya que pagarla aparte a una empresa privada. ¿Qué hacen entonces los técnicos de la Delegación de Hábitat Urbano, Turismo y Cultura?

Según declaró la pasada primavera el delegado, Antonio Muñoz, el objetivo de esta Ordenanza será eliminar “la vulgarización de las calles como consecuencia de la proliferación de franquicias de multinacionales de la hostelería y del comercio, cuyo diseño, estética y publicidad no implican ningún valor añadido”.

La estética y “uniformidad” provocada por las franquicias ha sido uno de los argumentos empleados por los dueños de la confitería La Campana para exigir un trato favorable y diferencial respecto de aquéllas y que se les permitiera la colocación de veladores en la calle Sierpes y en la plaza aledaña.

Pues bien, vean en la foto que ilustra esta página la franquicia que la multinacional por excelencia de la hostelería, McDonald’s, tiene en la Piazza Castello de Turín, el corazón de su casco histórico, equivalente a nuestra Plaza Nueva pero con, salvando las distancias, los soportales de República Argentina. Está perfectamente integrada en el paisaje urbano y en sintonía con la banda de kioscos cuadrados que tiene enfrente, entre los arcos de los soportales.

Si en vez de McDonald’s tuviera un nombre italiano pasaría por ser una marca de toda la vida del país transalpino. Hay que preguntarse, pues, cómo McDonald’s se adapta al paisaje urbano de Turín en vez de Turín subordinarse al estilo de la multinacional, y por qué en Sevilla pasa lo contrario, de lo que podría colegirse que el problema no radicaría en las franquicias, si no en la laxitud de nuestro Ayuntamiento.

En Turín también hay veladores, pero no calles enteras llenas de ellos como la nuestra de San Fernando y la Avenida, sino digamos isletas de veladores bastante distanciadas, que no impiden la circulación de los viandantes, entre otras razones porque no hay un monocultivo turístico como en Sevilla.

Hay concentración de veladores allí donde por su extensión su impacto se difumina, como en la inmensa plaza Vittorio Veneto, que mide 360 metros de larga por 111 de ancha. Es tan enorme, casi 40.000 m2 (casi seis veces el campo del Sevilla FC o del Betis) que hay sitio para todo, pero incluso allí zonas con veladores están delimitadas con pivotes metálicos y cordones. ¿Recuerdan que aquí el Ayuntamiento dictaminó que los veladores debían estar delimitados por tachuelas en el suelo para separarlos de los pasillos peatonales? ¿Se ha cumplido tal directriz?

Las colas

Demos ahora un salto. De Turín a Milán, donde enlazamos con otra de nuestras polémicas turísticas domésticas, que causarían estupor en el extranjero. En Sevilla se quiere meter la piqueta, sentando un peligrosísimo precedente porque entonces nada estaría a salvo de la misma, en el Patio del León del Alcázar, monumento Patrimonio de la Humanidad, porque el “lobby” turístico local dice que son inadmisibles las colas de turistas que se forman delante del monumento, ante lo cual se pretende habilitarles la Casa del Militar para que la cola esté por dentro y no se vea por fuera.

Nuestro “lobby” local habrá viajado poco y no habrá visto colas gigantescas como las que se forman ante el Vaticano y/o sus museos, el palacio de Versalles, Notre Dame y la Sagrada Familia de Barcelona. En Milán, la Catedral (el Duomo) se alza frente a una plaza que debe de medir unos 150 x 110 metros. El pasado agosto, a pleno sol, la cola llegaba casi hasta el final de la plaza y como las vallas de seguridad dibujaban pasillos en forma de ese, casi a las puertas de la Catedral había carteles indicadores de que a esa altura todavía quedaba una hora, hora y media o más para la entrada. Los turistas aguantaban sin rechistar y allí no se ha suscitado ningún debate sobre cómo mejorar su situación instalando, por ejemplo, alguna estructura, siquiera efímera, que  los defienda de las inclemencias meteorológicas.

El flujo de la cola es, además, lentísimo, por las estrictas medidas de seguridad. Allí, desde hace años ya y sin que pueda considerarse como una reacción a atentados similares al de Barcelona, son militares que hacen ostentación de sus metralletas los que controlan a rajatabla a cada turista antes de que pueda acceder al templo: les pasan escáneres manuales por todo el cuerpo, les obligan a vaciar sus bolsos y hasta les conminan a que beban el contenido de sus botellas, no vayan a contener algún tipo de explosivo líquido.

La tasa turística

Tercera etapa del viaje: Venecia. En el hotel me advierten de que antes de la salida he de pasar por caja para abonar la tasa turística que desde el 1 de julio de 2011 impuso el Ayuntamiento, como pretende hacer también el gobierno de Espadas. Así que mientras efectúo el abono le meto los dedos al encargado a ver por dónde respira al respecto. Se queja de que los hoteleros venecianos tengan que hacer de recaudadores de la Corporación Municipal y de que no sepan en qué se gasta el dinero de la tasa, supuestamente destinado a preservar esta maravillosa ciudad. Aboga por que se dedique a rebajar el billete del vaporetto, que para los turistas cuesta nada menos que 7 euros.

Como estuve anteriormente hace un cuarto de siglo, cuando acudí a informar sobre la candidatura de Venecia a organizar en sus Atarazanas la siguiente Exposición Universal a la de Sevilla-92 (el Gobierno italiano retiró la candidatura al final y Hannover se impuso a Toronto), traté de ver el efecto de la aplicación de la tasa turística a la conservación de esta urbe sin parangón. Pese a que me recorrí a fondo buena parte de los distritos, sólo vi seis carteles de obras de restauración de edificios, cuatro de ellos a orillas del Gran Canal. Venecia presentaba prácticamente el mismo aspecto decadente que veintisiete años atrás.

Dado que la previsión del Ayuntamiento era recaudar al menos 20 millones de euros/año por la tasa turística, en los 7 años transcurridos podría haber obtenido 140 millones. Sin embargo, a la hora de restaurar recurre a patrocinios de grandes empresas. Así, Chanel ha financiado la del león de San Marcos; Benetton proyectó la remodelación del edificio Fondaco dei Tedeschi; Generali y Venice Gardens Foundation patrocinan la recuperación de los Jardines Reales…. Lo mismo que en Roma, pionera en implantar la tasa turística (1 de enero de 2011, con previsión de 80 millones de euros/año), y donde es Fendi quien repara la Fontana di Trevi (pese a que los turistas dejan en monedas 1,5 millones anuales); Tod’s el Coliseo (aportación de 25 millones); Valentino el Templo de Venus…

Estos ejemplos demuestran la necesidad de que, en caso de que la tasa se implante en Sevilla, sea un órgano autónomo al Ayuntamiento (¿por qué no el Consejo Económico y Social?) el que administre el dinero, para que se destine al patrimonio y no a tapar agujeros municipales.

Por cierto: estando en Italia me llegó la noticia del camarero del bar de la Ciudad Deportiva del Betis al que le detectaron un cáncer y que cuando acudió a darse de baja se enteró de que no tenía derecho porque no le habían dado de alta en la Seguridad Social. Pero es que allí conocí a una persona que trabaja también en el sector turístico/hostelero de Sevilla y me confesó que carece de contrato alguno. Sentí vergüenza ajena.

¿Y si en vez de preocuparse tanto por cobrarle la tasa a los turistas, el Ayuntamiento de Sevilla procura que primero cobren los trabajadores de nuestro sector turístico?


http://andaluciainformacion.es/sevilla/696582/mi-guia-practica-de-turin-para-viajeros-de-y-no-solo-sevilla/

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