Según las estimaciones, al menos 15.000 prisioneros republicanos dedicaron varios años de su cautiverio a levantar diversas construcciones en el Campo de Gibraltar. Para realizar estas edificaciones, aquellos cautivos con un nivel bajo de significación política, o que no tuvieran quien les avalara, fueron agrupados en batallones disciplinarios en diferentes puntos del país.
La Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano acogerá hasta el próximo viernes día 31 una muestra itinerante que refleja cómo estaban constituidos estos batallones en la comarca y cuáles eran su composición y tareas habituales.
En esta exposición se refleja también, según el historiador José Manuel Algarbani, “la incertidumbre” de aquellos hombres que componían estos grupos de prisioneros en tiempos de paz, que desconocían si iban a ser juzgados o cuándo llegaría su anhelada licencia de estas tareas.
Un modelo represivo que, para Algarbani, “tiene una influencia muy grande de la iglesia, concretamente de los jesuitas. De hecho, fue el jesuita Pérez del Pulgar quien plantea la redención de penas por el trabajo, basada en la idea cristiana de que el trabajo te redime”. Esto se tradujo en que, “teóricamente”, por cada día trabajado se restaban dos días de condena.
Asimismo, mediante la estancia en los batallones se pretendía “que nacieran nuevos hombres que entraran en la nueva España, ya que todo lo anterior era una equivocación fruto de la propaganda marxista”.
Bajo el epígrafe de Los caminos de los prisioneros, esta exhibición compuesta por paneles explicativos, completará su itinerario comarcal antes de recorrer otros puntos de la geografía española. A día de hoy la muestra ha visitado Jimena y Castellar, y antes de final de año hará lo propio en Tarifa y Los Barrios. Ya en una etapa posterior se pretende que visite los institutos de enseñanza secundaria de toda la comarca.
La exposición está organizada por el Ateneo Republicano del Campo de Gibraltar y coordinada por el propio Algarbani. De hecho esta cuestión aborda una de la líneas de investigación del historiador comarcal, quien atesora en su currículum muchos años de estudio sobre la Guerra Civil y la Posguerra española, el papel de Gibraltar en la contienda nacional y la represión posterior en relación a los batallones de trabajadores, muy importantes en el Campo de Gibraltar.
Cuatro bloques
La exposición está divida en cuatro bloques. El primero de ellos sirve para contextualizar el sistema represivo del nuevo régimen franquista, en donde los batallones de trabajadores “jugaron un papel sustancioso en la comarca”. Paralelamente se analiza con cifras el significado, los objetivos y los resultados de la represión.
El segundo bloque se centra en analizar la importancia de esta zona en la Guerra Civil y en la preguerra mundial que la sucedió. “El Estrecho de Gibraltar fue una zona clave en la Segunda Guerra Mundial”, confirma el coordinador de contenidos de la muestra. Por ello Algarbani plantea una investigación rigurosa y bien documentada en la que puede observarse como en agosto de 1939, cuatro meses después del final de la Guerra Civil, el estado mayor franquista elabora un plan para conquistar Gibraltar, controlar el Estrecho y entrar con una posición de fuerza en la contienda bélica mundial.
Aún así, el historiador pone de relieve “la doble baraja” a nivel internacional con la que juega el régimen, ya que las construcciones se venden como defensivas “cuando la realidad es que son ofensivas”. Para ilustrar esta etapa la exposición muestra mapas y documentos del espionaje español e italiano en las que, por ejemplo, se muestran objetivos susceptibles de ser bombardeados en la colonia británica.
La tercera parte de la exposición se dedica a los testimonios, a relatar de dónde proceden los prisioneros que aquí trabajaban, “principalmente del norte de España para deslocalizarlos”. En el Campo de Gibraltar, de 1939 a 1943 se encontraban 15.000 prisioneros republicanos ya que las fortificaciones antes mencionadas “requerían celeridad en su construcción”.
Todos estos batallones se iban desplazando según lo iban haciendo las obras que acometían. En principio los detenidos eran recluidos en un campo de concentración en Rota, desde donde viajaban hasta la sede principal de los batallones en la comarca, situada en el Campo de las Eras, para posteriormente se dispersaban por la comarca.
Algarbani detalla como “la Posguerra fue un periodo duro, más si cabe para los perdedores y dentro de ellos los prisioneros”. Esta necesidad generó episodios como el sufrido con la cebolla albarrana en el batallón de Punta Paloma, en donde fallecieron 41 personas al cocinar con esta variedad venenosa de un alimento tan común.
Por último, el último bloque se destina a recordar algunos de los trabajos realizados por los diferentes batallones, encargados de la parte más dura de estas obras que se reproducen en toda la comarca. Aquí se narra el transporte de tres cañones procedentes de Ferrol a Punta Paloma. De esta forma se cuentan las vicisitudes que tuvieron que solventar los prisioneros para su transporte, como por ejemplo levantar un puente que soportara las 90 toneladas de peso de cada cañón. Además se explica como se construyeron búnkeres, reflectores, túneles y los propios caminos de los prisioneros.
La historia de los batallones disciplinarios de trabajadores es el relato de aquellos prisioneros en su propio país que tuvieron que hacerse valer antes de recobrar la ansiada libertad y poder regresar a sus lugares de origen sin temor a que el régimen represivo finiquitara sus esperanzas.