El director y pianista, nacido en Buenos Aires en 1942 en el seno de una familia judía de origen ruso y con nacionalidad argentina, española e israelí, fundó la orquesta en 1999 junto al filósofo palestino Edward Said con el propósito de que fuera un “evento” que permitiera convivir a jóvenes músicos de Israel, Palestina y el mundo árabe, a los que se han sumado españoles desde que su sede está en Pilas (Sevilla).
La realidad es que la orquesta, formada en la actualidad por 42 árabes –de Siria, Egipto, Jordania, Líbano y Palestina–, 37 israelíes, 20 españoles y otros cuatro de distintas nacionalidades, se convirtió rápidamente en un proyecto de futuro que ha llegado “mucho más lejos” de lo que nadie imaginó entonces y es el único que funciona “de verdad” y con voluntad de cooperación entre “enemigos”.
“¿Eso lo ha convertido en un mito? Pues regalo con mucho gusto todo ese mito con tal de que se convierta en un proyecto normal, que no tenga nada de extraordinario. El hecho de que sea excepcional es el resultado de una situación desesperante”, subraya Barenboim, de gira por España y otros países europeos con la orquesta.
“La única solución es una solución impuesta por el señor Obama, las cosas como son. La solución negociada no existe porque el final es siempre el mismo: estado palestino, fronteras de antes de 1967, Jerusalén capital palestina y el problema de los refugiados. Está todo dicho”, asevera el que es desde hace más de 20 años director de la berlinesa Staatsoper Unter den Linden.
Barenboim cree que esa “solución” no es posible porque “todavía” esperan “los unos y los otros, y más los que ocupan que los que están ocupados, que se puede encontrar una alternativa que les sea más ventajosa”.
“La única salida duradera será una que sea igualmente buena o mala para ambos: no hay una que sea buena para los unos y mala para los otros”, afirma pero carga sobre todo en una dirección: “es muy deprimente lo que está pasando teniendo en cuenta la legendaria inteligencia judía. ¿Dónde está esa inteligencia? Estoy muy defraudado del estado de Israel por todo eso”.
En medio de esa situación tan difícil en Oriente Medio, “que menos mal que es medio porque si llega a ser entero sería aún peor” ironiza, Barenboim puede presumir de que la Divan “ha logrado una gran madurez humana y musical”.
No le cansa dedicar tantas energía a este conflicto que, subraya, “no es político, sino humano. El de Siria es un problema político porque es entre dos países que se pelean por el agua y el palestino-israelí es humano porque se trata de dos pueblos que están profundamente convencidos de que tienen el mismo derecho a vivir sobre la misma tierra”.
Uno de los miembros de la Orquesta, el palestino Ramzi Aburedwan, intérprete de viola de 30 años, explica a Efe que él ha vivido “la humillante experiencia” de la ocupación de “sus” territorios y que con la Divan ha tenido ocasión “de conocer de verdad a la gente, de ser igual a todos, algo que no ocurre en Israel, que no respeta a los palestinos ni sus derechos humanos”.
La judía Sharon Cohen, violinista de 26 años de edad y vinculada a la orquesta desde el año 2003, dice que cada día aprende “una cosa nueva” sobre “los otros” y cree que “la principal razón” de la falta de acuerdo entre judíos y palestinos es que “encuentran siempre un motivo para desconfiar profundamente los unos de los otros”, comenta.